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Arantza Santesteban Historialaria

There is no alternative

No hay alternativa que pueda cooptar y que pueda apoderarse de lo que sentimos nuestro. Tampoco falsas promesas que nos hagan creer que hay caminos intermedios hacia la libertad y la igualdad

Es el lema que utilizó incesantemente la primera ministra británica a finales de la década de los 70 y a lo largo de los 80. Este fue el mantra que fueron introduciendo constantemente en las mentes y en los cuerpos de aquellas personas que todavía creían en la lucha de clases y en la posibilidad de crear un mundo libre de explotación. There is no alternative. No hay alternativa. Así se justificó el desmantelamiento del estado de bienestar nacido de la amenaza revolucionaria que se extendió por Europa a lo largo del siglo XX. Aquel fantasma que empezó a recorrer Europa cien años antes, cuando las trabajadoras parisinas tomaron la ciudad en marzo de 1871 y demostraron al mundo que no hacían falta ni patrones ni parlamentos para organizar la sociedad.

«El fin de la Historia y el último hombre». Así se llama el libro que publicó Francis Fukuyama en 1992, y que proclamaba que con el fin del sistema soviético ya no existía alternativa política que cuestionase la democracia liberal. Venía a ser la confirmación de aquella afirmación realizada por Margaret Tatcher una década antes.

En este contexto ideológico es donde se asentó la globalización capitalista, y donde el modelo de estado herencia del franquismo encontró legítimación internacional. El estado de las autonomías, el café para todos.

Eran tiempos de resistencia. Tiempos en los que era difícil responder con viejos esquemas a las nuevas preguntas que se abrían y a los nuevos retos que se planteaban. Derrota tras derrota, se fue imponiendo un sistema económico basado en la desregulación y en la precarización generalizada. Derrota tras derrota, se fue afianzando un estado de las autonomías que estrangulaba el ansia de libertad política.

Y cuando parecía que ya estaba todo dicho y todo hecho, llegó lo que para algunas no se había ido nunca; la crisis económica. Una crisis que ha golpeado los cimientos del sistema y que ha hecho temblar toda su estructura generando las primeras víctimas políticas. Así, la socialdemocracia ha sido una de ellas. Incapaz de ofrecer alternativa alguna, vemos como desaparece del escenario político europeo y deja vía libre a la Troika para que imponga sus designios. Dentro del estado también existen víctimas de este tipo; en concreto, la opción política de aquellos que defendían las autonomías. Ahogados por el empuje centralizador de los españoles de bien por un lado y descuartizados por los tirones independentistas por el otro, parece que ya no queda cuerpo social que defienda lo conocido hasta ahora. Queda por ver como gestionan CiU y PNV la defunción de sus respectivos estatutos.

No seré yo quien llore la muerte de estas dos concepciones políticas, tampoco quien intente resucitarlas. Pero parece que la máxima antes citada se convierte en realidad; no hay alternativa que pueda cooptar y que pueda apoderarse de lo que sentimos nuestro. Tampoco falsas promesas que nos hagan creer que hay caminos intermedios hacia la libertad y la igualdad. No hay quien cambie estatuto de autonomía por libertad, ni estado del bienestar por igualdad. There is no alternative.

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