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Laporte fue el héroe, Llorente el villano

Un adiós que no estuvo a la altura

Triste despedida continental de San Mamés y del propio equipo en un partido que por juego y marcador ejemplificó lo que ha sido la trayectoria del Athletic esta temporada en la competición.

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ATHLETIC 0

S. PRAGA 0

Joseba VIVANCO

Si vemos humo deducimos que hay fuego. Anoche, si buena parte de la grada de San Mamés pitaba es que Llorente había tocado el balón. Pasó cada vez que el delantero, y ayer capitán, aparecía en alguna jugada, ya fuera para devolver un pase al compañero o para disparar a gol. Partido extraño, intrascendente, arrítmico, apático, inclasificable el de ayer en San Mamés, último en competición europea. Ni era el encuentro deseado ni lo fue. Hasta el aliciente de observar a Toquero perdido en el lateral diestro se esfumó con el transcurrir de los minutos. Irreconocible Athletic en la alineación y desdibujado a ras de césped. «Anodino y apagado», lo resumió luego en dos palabras el propio Marcelo Bielsa.

Con las gargantas de los bardos de Herri Norte bien enjuagadas y dedicando sus feroces e hirientes cánticos hacia el de Rincón de Soto, el insulso ritmo del juego solo se alteraba por los referidos silbidos y los consabidos «¿Y Llorente qué?» -amén de los «Athletic sin mercenarios» o «Urrutia, entzun, Llorente kanpora»-, que eran secundados de forma mayoritaria los primeros y protestados por excesivos los segundos. Duros y reflexivos meses los que le quedan por delante al `9'.

Un disparo al larguero de los checos en una jugada aislada y casi anecdótica, además de alguna malintencionada penetración ante la portería de Raúl, fue el escaso peligro que ambos conjuntos sumaron en una primera mitad para olvidar. Un par de inocentes remates desviados de los rojiblancos y un penalti no señalado por agarrón al propio Llorente fue el precario fuego de artificio de los locales.

Lo más destacable, los merecidos aplausos para el sobrio debutante Laporte -alabado por Bielsa como el más destacado-, que además de contundente sabe jugar y sacar con gusto la pelota, para la seguridad de su compañero en la zaga Ramalho, para las contadas intervenciones de Raúl o una salva generalizada para un balón robado por Toquero en el mismo vértice del córner rival, cual caballero medieval defendiendo el honor de su dama.

Marcelo Bielsa, que seguro que como a la grada no le gustaba lo que veía, mandó a parar de nuevo en la reanudación y de una tacada sentó a Llorente -no por silbidos, aclaró Bielsa-, Muniain y Toquero -sin aportaciones ni positivas ni negativas, valoró el técnico- y dio entrada a Aduriz y los cachorros Peña y Morán. Es verdad que el partido se animó algo, lo justo, primero con un par de aclaras ocasiones malogradas por los checos, y luego con un dominio infructuoso del Athletic, que apenas inquietó la meta rival más allá de un disparo lejano -en el minuto 80 de partido- y rozando el poste del joven Erik Morán.

Un par de cabezazos sin destino del delantero donostiarra, el tono exhibido por un imperial Laporte pese a los codazos rivales y fin de fiesta en San Mamés, sin pena ni gloria, sin una despedida digna del final de una historia europea, pero con una grada señorial que supo aplaudir a los suyos y a los rivales.

Un cero a cero que resume la tristeza del devenir continental de los de Bielsa esta temporada. Un lunar en un año histórico, pero al mismo tiempo un partido que perpetúa la retroalimentación de este club de cantera, poniendo sobre el verde a cachorros que quién sabe si un día serán leones. La grada de La Catedral se fue ayer casi como vino, deteniéndose y mirando de reojo al fantasmagórico esqueleto de San Mames Barria, el que debe tomar el relevo de futuras noches de vino y rosas.

 

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