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Miles de refugiados por el tifón Bopha buscan ayuda entre barro y cadáveres

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GARA | MANILA

Avalanchas de afectados afluían ayer a los refugios de urgencia abiertos por el Gobierno filipino tras el paso del tifón Bopha. Los cinco millones de afectados, de los que 214.000 se refugian en centros oficiales, y las 533 personas desaparecidas eran ayer las prioridades de las autoridades filipinas, cuando el número de muertos se cifra en 484.

Bopha barrió una zona de 700 kilómetros en el extremo sur del archipiélago. En las provincias del Valle de Compostela, Davao Oriental y Surigao del Sur, en la sureña isla de Mindanao, se declaró el estado de calamidad debido a la extensión de los daños causados por el tifón que entró en el país el martes y salió el jueves.

El presidente de Filipinas, Benigno Aquino, visitó ayer las provincias de Valle de Compostela y Davao Oriental, acompañado de una comitiva nutrida de ministros (Interior, Defensa, Sanidad, Transporte, Bienestar Social, Energía, Comunicaciones y Medio Ambiente) que iban anotando las instrucciones del jefe del Estado.

El mandatario primero visitó en helicóptero la población de Nuevo Bataan, de unos 48.000 habitantes y en el Valle de Compostela, considerada una de las «zona cero» de esta catástrofe por el estado en que ha quedado el lugar y los 110 cadáveres que se ha recogido en ese área.

En esta localidad hay más de 300.000 personas sin techo en un paisaje desolado en el que los cadáveres embarrados se descomponen.

Mientras repartía paquetes de comida a las alrededor de 2.000 personas que viven apiñadas en el gimnasio de la localidad desde el martes, Aquino prometía a los damnificados ayuda estatal. «Queremos saber cómo pudo producirse la tragedia y cómo evitar que no se repita. Estoy aquí para obtener explicaciones», decía el dignatario.

Talas y minas

Ecologistas y especialistas han atribuido parte de la tragedia sucedida en el Valle de Compostela a la tala y las minas ilegales que socavan sin control las montaña de esa provincia. Además de la orogénesis, la provincia cuenta con una red fluvial que se desbordó con las copiosas lluvias que acompañaban a «Pablo», el nombre local que le dieron los filipinos al tifón.

Muchos supervivientes declararon que el martes bajó una riada de agua de las montañas que barrió sus casas; algunos afirmaban que les llegaba por los hombros y otros que era tan alta como un cocotero.

La aldea de Andap, en Nuevo Bataan, forma un cauce natural y allí perdieron la vida cerca de 80 civiles y soldados en una riada que se llevó por delante el cuartel y viviendas. El gobernador del Valle de Compostela, Arturo Uy, mantiene que la cantidad de agua descargada por Bopha superó todas las previsiones y fue la causa de la actual tragedia.

El tifón, en su recorrido por Filipinas, ha destruido 17.585 casas, muchas de ellas chamizos, y ha dañado otras 11.000, según los datos del Consejo Nacional de Prevención y Respuesta a los Desastres.

La ONU, Australia, Canadá, Estados Unidos y otros países y organizaciones han ofrecido asistencia a las víctimas, parte de las cual será canalizada a través de la Cruz Roja.

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