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Anjel Ordóñez Periodista

Fotoperiodismo y civilización

Kevin Carter se quitó la vida el 27 de julio de 1994. Se encerró en su coche y lo llenó de monóxido de carbono hasta morir envenenado. Carter había recibido el Pulitzer ese mismo año por una fotografía tomada un año antes en Sudán. Puede que se acuerden de ella. En la imagen aparecía en primer plano una niña de corta edad demacrada por la desnutrición. Pocos metros detrás de ella acechaba un buitre, con intenciones poco amistosas. Una imagen que reflejaba en toda su crudeza el drama humano de África, un continente asolado por la pobreza extrema, las guerras y las enfermedades. Una imagen que removía las conciencias de medio mundo, especialmente las de Occidente. Pero dicen que Carter no obtuvo su foto a la primera. Que esperó más de veinte minutos, hasta que el buitre estuvo lo suficientemente cerca de la niña, antes de disparar su cámara y obtener su premio. Puede que esos veinte minutos fueran, a la postre, la causa de su suicidio. Nunca lo sabremos.

La semana pasada, el «New York Post» publicaba en primera página la imagen de un hombre atrapado en las vías del metro, tratando de escapar de la muerte, mientras el tren se acercaba a él con las mismas intenciones que las del buitre del párrafo anterior. Se llamaba Ki Suk Han, y finalmente falleció arrollado, instantes después de que el fotógrafo del Post lograse su impactante instantánea. Nadie de entre las decenas de personas que esperaban en el andén, acudió a socorrerlo. Tampoco el fotógrafo. Ignoro si este esperó a que el tren estuviera más cerca para obtener la foto de portada. La que le ha hecho tan famoso.

Alguien en China dijo hace siglos que «cuando el dedo del sabio señala a la Luna, el tonto mira al dedo». La discusión sobre los límites del fotoperiodismo es una constante con picos de intensidad como los que acabo de describir. No resto importancia a ese debate. Cómo podría. Pero me inquieta que esa polémica, principalmente mediática, termine por esconder o disimular la cruda realidad de una niña que se muere de hambre o de un hombre que pierde la vida pidiendo auxilio y rodeado de indiferencia. Evidencias de un mundo gravemente enfermo, de una civilización conceptualmente en vías de extinción.

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