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«La Navarra ajena al resto de Euskal Herria no tiene ningún pasado»

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Jose Mari Esparza

Autor de «Vascosnavarros»

El «alma mater» de Txalaparta y Altafaylla desnuda al fin su archivo personal. Durante un cuarto de siglo, Jose Mari Esparza ha ido atesorando documentos significativos para la historia de Euskal Herria y, en particular, de Nafarroa. De ese archivo nacieron «Cien razones por las que dejé de ser español» o el más reciente «Mapas para una nación». Ambos fueron fragmentos, ahora publica el todo.

Aritz INTXUSTA | IRUÑEA

Esparza ha mandado a la imprenta un coloso para soltarlo en estas buenas fechas. Es un libro pesado por voluminoso, la obra de una vida. Lleva por título «Vascosnavarros» y se presenta como una guía contra la desmemoria. Es un martilleo, constante, contínuo y abrumador, que desmontar el muro ideológico que, por interés, se construyó entre Nafarroa y las diputaciones hermanas para frenar la libertad de un pueblo.

¿Cuánto lleva trabajando en «Vasconavarros»? ¿Por qué y cuándo empezó?

En realidad yo llevo casi toda la vida espigando temas y curiosidades sobre nuestra historia, lengua e identidad. Me encantaba entrevistar a los abuelos, me gusta el polvo de los legajos y me gustan los libros. Pero la Transición política, y la salida estrambótica que le dieron a nuestro país, ha sido el mayor acicate para elaborar esta guía contra la desmemoria. Duele ver cómo nos han tratado y nos tratan como gilipollas. Y duele que lo haga además una casta que, en nombre de «la identidad de Navarra», nos está llevando a la ruina cultural, moral y económica. A desen- mascarar esos farsantes me he dedicado estos años y este es el resultado.

Cuando uno se enfrenta a un libro de estas dimensiones, lo primero quqe se pregunta es ¿de verdad podré con todo? ¿Su libro está pensado para leer de un tirón o es una obra de consulta?

Bueno, dicen que para saber si un huevo está bueno o malo no hace falta comérselo entero. Una guía es algo que se lee por partes y en cualquier dirección. El índice tiene más de dos mil entradas, así que uno puede buscar lo que desee. Pero si alguien le dedica un rato, pronto se dará cuenta que la tesis del libro se repite con abrumadora insistencia: la Navarra y la Euskal Herria que hoy nos presenta el españolismo no tiene nada que ver con lo que ellos mismos decían hace poco, ni lo que dijeron sus antecesores, ni lo que refleja la literatura, los viajeros o las enciclopedias. Nos han robado la memoria de forma tan zafia que a veces, para desmontar el discurso oficial, debes recurrir a la perogrullada.

Dos obras suyas han pegado co fuerza: «Cien razones por las que dejé de ser español» y «Mapas para una nación». Ahora, «Vascosnavarros» tiene un aire de argumentario, como «Cien razones» y de labor documental más impersonal, como «Mapas». ¿De cuál bebe más?

Ha sido al contrario. Mis dos libros anteriores son hijos prematuros de este. Con toda la base documental acumulada pude argumentar mis «Cien razones» sin temor a equivocarme. Y cuando andaba buscando ilustraciones para la voz «Cartografía» me di cuenta que había un filón sin explorar y de ahí salió «Mapas para una nación», que ahora va a ver su tercera edición y, además, en euskera. «Vascosnavarros» es una obra «madre» que puede inspirar y ayudar a hacer otro tipo de monografías sobre temas muy diversos.

Parece que lo suyo son los compendios. ¿Escribe o rescata?

La verdad es que me gusta opinar de la realidad que nos rodea e incidir en el debate cultural y político; y me gusta divulgarlo, antes en panfletos, hoy en artículos o libros. Pero no sé hacerlo si antes no me documento. No me considero creativo, ni literato; simplemente me recreo, con más o menos gracia, en lo que descubro en archivos y libros, o bien rescato de la memoria popular. En este caso el proyecto era muy ambicioso y he tenido que poner punto final sabiendo lo mucho que dejaba fuera. Por ejemplo, esta semana he viajado a América y allí he descubierto los 30 tomos de la «The Encyclopedia Americana», de más de cien años, y en ella las definiciones típicas de nuestro país, el Basque Country o Eskual Herria, con siete provincias, un estado medieval llamado Reino de Navarra, unas guerras forales, etc. ¡Queda aún tanto por recopilar!

Ante un libro así, los entrevistadores nos matamos por arrancar la mejor anécdota. Sea bueno y regálenos una buena.

Hay fuentes documentales que no están todavía en los archivos públicos. Por ejemplo, las actas del PSOE navarro durante la Transición, donde se ve claramente cómo Urralburu y Arbeloa mintieron descaradamente sobre la historia del partido, (que siempre fue partidario de la unidad vasca) para lograr la separación territorial. Y cómo se hizo, además, bajo la influencia del Tejerazo. Por supuesto, a nadie como yo le hubieran dejado consultar esas actas, pero el mundo es entreverado: yo tenía un amigo que estaba casado con la hija de alguien que había sido de la ejecutiva socialista, y que tenía todas las actas almacenando polvo en un rincón de su casa. La fotocopiadora hizo el resto. Y en esas actas se ve claro que la corrupción en los dirigentes socialistas fue antes política que monetaria, y cómo cuatro lenguaraces vendieron al partido primero y a Navarra después.

El Uranguesado parece haber caído en el olvido, casi hasta para los periodistas. Recuérdenos qué es.

El Uranguesado se le decía a Navarra, por el dominio que de ella tenía, y aún tiene, la familia Uranga. Políticos, secretarios de la Diputación, fundadores del Banco Agrícola de Navarra, Crédito Navarro o la Vasco-Navarra de Seguros. Presidentes y directores del Diario de Navarra, los Uranga lo fueron todo, encarnaron el caciquismo foral. Y sin embargo, era una familia euskalduna, defensora del euskara, miembros de Eusko Ikaskuntza y defendían una Euskal Herria cultural frente al concepto político de Euskadi. Por qué esa elite ha pasado de defender de algún modo Euskal Herria a negarla totalmente, se explica analizando lo ocurrido en la República, el Franquismo y la Transición.

¿La libre expresión de Pío Baroja sigue recortada?

Cierto. El absurdo de la separación institucional que sufrimos les ha obligado a censurar y recortar hasta autores como Pío Baroja que, como todos los clásicos, reconocía el Zazpiak Bat. Es demoledor que el chiringuito institucional navarro actual no tenga un solo historiador que lo respalde, ni un escritor que lo narre, ni un artista que le cante. La Navarra ajena al resto de Euskal Herria no tiene ningún pasado, ningún libro, ningún prócer, ni siquiera en el falangismo franquista. Elijamos los cien nombres más relevantes de nuestra tierra, desde Sarasate y Gayarre a los Iribarren o Baleztena y veremos que todos dejaron de alguna manera constancia de que Navarra era el centro de la Euskal Herria y que su lengua matriz era el euskera. Si esa innegable pertenencia al pueblo vasco debía concretarse o no en instituciones comunes frente a Francia y España, era un debate diferente.

Cuesta creer que el padre de la Guardia Civil fuera euskaldun.

El primer Duque de Ahumada fue criado por dos nodrizas, una de Hendaia y otra de Zugarramurdi. Según contaba, cuando lo llevaron a Madrid con cinco años no entendía una palabra en castellano, y toda su vida lamentó, y lo dejó escrito, que su madre le dejase olvidar el vascuence familiar. Así pues, su hijo, el fundador de la Guardia Civil, nació en Iruñea, en una familia euskaltzale para aquellas sazones. Y es que la identidad y la lengua vasca en Navarra aparece en la epidermis, por cualquier parte que se le rasque.

Lo de la Nueva Fenicia lo tiene que explicar.

Es uno de los muchos nombres con los que se ha bautizado a Euskal Herria, además con intenciones independentistas. En 1808 Napoleón tuvo sobre su mesa el proyecto de un Estado vasco entre Francia y España, llamado Nueva Fenicia, donde la lengua exclusiva sería el euskara. Y ese objetivo independentista, con diferentes nombres, (Reino de Navarra, Reino Vasco-Navarro) aparece insistentemente las décadas posteriores, como lo confirman numerosos autores como Mackencie, Chaho, Wilkinson, Laurens, Somerville, Leguía, Lassala, Mitchell, Lataillade, Aviraneta, Viardot, etc. El independentismo vasconavarro tiene raíces mucho más largas que la barba de Sabino Arana. La Nueva Fenicia fue solo una de ellas.

Pues ahora se reivindican fenicios la falange libanesa, un partido que copió hasta la camisa azul de los seguidores de Primo de Ribera. Y hablando de derecha rancia, es difícil imagibarse a los Del Burgo entonando el «Gernikako Arbola».

Los Del Burgo no vienen del falangismo, sino del carlismo primero y del chaqueterismo después. Del Burgo padre nos decía orgulloso cómo en la guerra civil cantaba «Euskalerri guztiko/ mendietan biztu da/ Gernikako Arbolapian/ euskaldunen fusillak», y por menos hemos visto hoy día meter a la gente en la cárcel. Su hijo, que fue txistulari, es otro oportunista sin rubor. En 1977, a la vista de la actitud generalizada a favor de la unidad vasca, anduvo planteando hasta creación de un Consejo Vasco-Navarro. Toda la derecha Navarra tiene sus raíces en el vasquismo, en el amor a Euskal Herria, en la unidad vasconavarra... El cambio de estos últimos años ha sido radical y grotesco.

¿Hasta qué punto la Transición distanció a Nafarroa de sus diputaciones hermanas?

Las llamadas provincias exentas, provincias gemelas, provincias hermanas, etc., tenían relaciones constitucionales cons- tantes desde el siglo XVIII, para temas administrativos y, sobre todo. para la defensa conjunta de los regímenes forales. Es algo que no se da nunca con otras regiones limítrofes. Las reuniones se acentuaron durante el siglo XX y a las mismas lo mismo acudieron las diputaciones republicanas como las carlistas. Las reuniones institucionales se cortaron tras la guerra de 1936, aunque durante el franquismo se siguieran llamando «hermanas» o «gemelas». Cuando en 1977 acuden al Árbol de Gernika los diputados de todas las provincias, (entre ellos Julio García, Urralburu y Solchaga, del PSOE navarro) no hacían sino recuperar una tradición que había cortado el fascismo. La elite político militar que dirigió la Transición y el golpe de Tejero pusieron al final al PSOE en otra onda y tuvieron que reinventarse un País Vasco y una Navarra que nada tenían que ver con su historia.

¿Esta Nafarroa solitaria y dirigida por el antivasquismo acabará por perder su identidad o solo será una amnesia temporal?

Campión diría que en vano el atavismo trabaja, pues la asimilación triunfa. Pero no lo veo así. Yo suelo invitar a hacer la prueba en Google, donde la expresión «Sociedad Vasco-Navarra» tiene 129.000 entradas; «Sociedad Navarro-Aragonesa» tiene 543; «Sociedad Navarro-Riojana» tiene cuatro y con Soria no tiene ninguna. Esa es una realidad que señala el futuro, como los aforos de las carreteras o el tejido industrial. Los navarros vamos a Donostia, rara vez a Zaragoza. Y para mantener esa división artificial, la elite dominante en Navarra no duda en llevarnos a la ruina. Son capaces de hacer desaparecer la CAN antes de fomentar la Federación de Cajas Vasco-Navarras, que crearon las diputaciones en 1922. Y son capaces de rechazar los beneficios económicos de la Euroregión con Aquitania para no estar con el resto de los vascos. Y priman las relaciones artificiales con Rioja y Aragón antes que con nuestras prósperas hermanas. Por eso esta guía no es algo que mira al pasado, sino que sirve para vislumbrar nuestro porvenir. El antivasquismo en Navarra no es más que una moderna capa de pintura que oculta a una élite corrupta, la misma que nos está arruinando. Primero te roban el alma, la memoria y la identidad, para luego robarte mejor el bolsillo. Es el manual del colonizador.

 
identidad robada

«Nos han robado la memoria de una forma tan zafia que, a veces, para desmontar el discurso oficial debes recurrir a la perogrullada»

la venta del psn

«La corrupción de los socialistas navarros fue antes política que monetaria. Cuatro lenguaraces vendieron al partido y a Navarras»

primer peldaño

«Esta es una obra «madre» que puede inspirar y ayudar a que otros saquen adelante otro tipo de monografías sobre temas muy diversos»

recopilación

«No me considero creativo, ni literato; simplemente me recreo, con más o menos gracia, en lo que descubro en archivos y libros»

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