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Raimundo Fitero

Miedos

 

Berlusconi está decidido a presentarse a las elecciones para volver a gobernar Italia. El anuncio velado ha desatado los miedos, han aparecido los demonios internos y de paso se han disparado para arriba las primas y para abajo las bolsas. Todo parece perfectamente encadenado, como si se tratara de secuencias de la misma película y parece que todo son excusas para alimentar a tiburones o ratas de alcantarillas. No se sabe exactamente en que parte del documental sobre la extinción de la razón económica europea estamos. Ni qué animales son los genuinos y quienes los parásitos. Los ministros de hacienda parecen seres duales, mitad aves, mitad roedores. Los presidentes de gobiernos son gacelas por un lado y lobos o hienas por el otro, depende del ángulo del rayo solar que los ilumine.

Con esta fauna que repudiaría hasta Noé, se debe afrontar el año 2013 en donde seguramente Berlusconi podrá cantarle tarantelas a Merkel, jugar al tute con los ultras griegos y lucir a entrenador de lujo en su equipo de fútbol. Un ejemplo perfecto, el que desean todos los ilustradores de esta parte del siglo XXI para intentar contar lo que nos pasa, que nos atraviesa, que nos rompe el ritmo, nos ahoga, nos deprime y nos devuelve a al arena en forma de culebrilla o de hámster, nunca lo sabemos hasta que no nos llega el extracto de nuestra temblorosa cuenta bancaria. Hay que apretarse los dientes porque viene duro el año y el miedo es lógico, De Guindos ha anunciado que la economía española va bien. O sea el desastre.

Por eso en medio de las cábalas y los bailecitos de salón, aparecen los actuales dirigentes de TVE y aseguran con su tono melifluo característico, es decir diciendo verdaderas mentiras que sí van a participar en Eurovisión. Esta manifestación significa que se habían planteado no ir. Y de hecho no está presupuestada la presencia, porque calculan que cuesta unos doscientos cincuenta mil euros mandar alguien a perder. Porque nadie se engañe, van con el objetivo de perder y solamente un complot les puede hacer ganar. Su gran miedo es ganar. Porque organizar un festival de esta ínfima categoría cuesta alrededor de doce millones de euros. Ni a Berlusconi le interesa.