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crisis política en el egipto postmubarak

Los dos Egiptos pugnan en la calle y en los tribunales

La batalla por el referéndum constitucional se libra en dos ámbitos: la calle y los tribunales. Dos manifestaciones opuestas se celebraron en El Cairo sin llegar a verse las caras. Mientras, los magistrados debaten si supervisarán o no las elecciones. El Club de Jueces, la asociación más numerosa de Egipto, ya ha avanzado su veto. Hoy se espera que se posicione el Frente de Salvación, todavía sin definirse entre el «no» o el boicot.

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Alberto PRADILLA

Estamos ante un momento clave, por lo que tenemos que incrementar la presión. Por una parte, en las calles, con las movilizaciones. Por la otra, mediante los jueces». Moatar Shafik, joven manifestante frente al palacio presidencial de El Cairo, dejaba clara la estrategia de la oposición: salir a la calle y esperar a si los magistrados boicotean el referéndum constitucional, que está previsto para el sábado. La crisis política en Egitpo entra en su cuenta atrás. A cuatro días de la cita con las urnas, los detractores del presidente, Mohamed Morsi, mantienen abiertos todos los escenarios. Insisten en rechazar las votaciones y reclaman que se paralicen. Lo que no aclaran es qué harán en caso de que estas sigan adelante. El debate, que oscila entre el boicot directo y la llamada al «no» para plantar batalla a los Hermanos Musulmanes en las urnas, está abierto. El Frente Nacional de Salvación podría decir hoy su última palabra, ya que se encontraban a la espera de que los magistrados se posicionasen. Ayer, el Club de Jueces, la organización de togados más importante de Egipto, declaró que no supervisará la consulta, lo que supone un nuevo revés para el Ejecutivo islamista. Mientras, la calle sigue siendo el escenario de una fractura social estancada. Ambos bloques se manifestaron ayer en El Cairo. Por una parte, la coalición islamista (Hermanos Musulmanes y salafistas) se concentró frente a las mezquitas de Rabaa Al-Adawiyyah y Al Rashdan, ambas en el distrito de Nasr City. Apenas a un kilómetro de distancia (muy poco, teniendo en cuenta las colosales dimensiones de la capital egipcia), en Heliópolis, los opositores volvían a rodear el palacio presidencial con una multitudinaria manifestación. Al contrario de lo que ocurrió hace una semana, hasta el cierre de esta edición no se habían registrado incidentes. Tras dos semanas de crisis política, los discursos se encuentran bloqueados. Todo apunta a que el referéndum se hará, pese a los esfuerzos de los opositores. Lo que será difícil de restituir es la confianza entre dos sectores sociales que hablan en un idioma totalmente distinto.

«Deberían de leer la Constitución. Es buena. Garantiza los derechos, especialmente los individuales». Isaa Mohamed, uno de los asistentes a la concentración islamista en Rabaa Al Adawiyyah, intenta convencer de las bondades del texto y del presidente. Poco a poco se van sumando oradores. La atención mediática se ha centrado en las marchas opositoras por lo que, en el momento en el que los seguidores de los Hermanos Musulmanes tienen la oportunidad de explicarse, la exprimen. «El problema es la gente del antiguo régimen, los corruptos, que van a perder su posición», insiste este profesor de inglés que luce la característica barba alargada.

Los magistrados no acudirán

Quizás sea producto de la estructuración de los Hermanos Musulmanes, pero lo cierto es que el argumentario apenas difiere si uno habla con un representante político o lo hace con sus fieles en la calle. El razonamiento básico se basa en una férrea de las bondades de la Carta Magna y la reivindicación de esta como punto y seguido de la revolución; la denuncia de «elementos del antiguo régimen» como impulsores de la crisis y la desconfianza hacia los medios de comunicación, especialmente los locales, a quienes acusan de estar en manos de poderosos aliados del expresidente Hosni Mubarak. Entre los «foulul», que es como se denomina a quienes formaron parte del régimen que cayó hace dos años, los islamistas señalan a los jueces. Es cierto que los tribunales no han sido depurados, por lo que siguen los mismos que dictaban sentencias en tiempos de Mubarak. Sin embargo, ciertos sectores de la oposición (con el Frente Nacional de Salvación a la cabeza) se aferran ahora a la «independencia» de los magistrados. Saben que estos pueden ser un ariete contra el referéndum como ya lo fueron contra el parlamento, disuelto por orden del Tribunal Constitucional. El Club de Jueces, la asociación mayoritaria en Egipto, anunció ayer que no supervisará las votaciones del sábado, lo que carga de argumentos a quienes abogan por el boicot. Aunque su esperanza es que la falta de togados obligue al Gobierno a dar marcha atrás. Magdi al Garhi, vicepresidente del Consejo de Estado, reconoció ayer a la agencia Efe que el número de jueces dispuestos a vigilar las urnas es «insuficiente».

«Seguro que los Hermanos Musulmanes inventan algo con lo que subsanarlo», consideraba el opositor Haadi Mahmud, que participaba en la protesta junto a la sede del Gobierno. Todavía no tenía clara cuál sería la estrategia más adecuada a adoptar por parte de sus correligionarios: deslegitimar las urnas o intentar echar abajo la constitución a través de los votos. El dilema de los opositores podría resolverse hoy, según adelantó Ahmed Hawary, miembro del Partido de la Constitución (liderado por Mohamed Al Baradei), en su entrevista publicada por GARA el martes. La posición de los jueces puede ayudar a decantar la balanza aunque, hasta que no se haga público oficialmente, todas las cartas están sobre la mesa.

Desconfianzas y argumentos repetidos

Lo que no cambia son las desconfianzas. El kilómetro que separaba ayer al bloque crítico con el Gobierno y los Hermanos Musulmanes se transforma en un foso mucho más extenso si uno escucha sus argumentos, que se repiten invariables. «No puedes fiarte de la cofradía», reiteraba Moatar Shafik. Ni siquiera se había parado a pensar en las frustraciones que pueden encenderse si los jueces terminan tumbando un referéndum convocado por un presidente que ganó las elecciones. Este razonamiento, el de la victoria electoral, es también omnipresente en el campo islamista. «Hablan en nombre de todos los egipcios pero no es así. Ellos perdieron», afirmaba Fatma, que exhibía un cartel con la leyenda «ni hermanos ni salafistas. Apoyamos a Morsi porque le votamos».

La cercanía de ambas protestas había encendido las alarmas. El recuerdo de los enfrentamientos de hace una semana, que causaron siete muertos, no se ha borrado. Si algún grupo hubiese querido buscar al otro, apenas tendría que haber enfilado una larga recta y callejear cinco minutos. Eso no ocurrió y nadie buscó el choque. Los islamistas celebraron su concentración y un multitudinario rezo. Todos prometían no moverse. Los opositores volvieron a rodear de forma masiva el palacio presidencial. Ante la percepción de que el Gobierno ya ha asimilado que estén allí, se oyen voces que abogan por dar un paso más. ¿Tratar de entrar al palacio presidencial? La barrera formada por los militares en las puertas de acceso y el establecimiento de un cordón apuntan hacia dónde se dirigen sus sospechas. Antes tendrán que decidir si van a las urnas.

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son necesarios para cubrir las más de 13.000 mesas electorales que se instalarán en Egipto el próximo sábado para el referéndum que deberá de avalar la Constitución.

El ministro de defensa convoca hoy a un encuentro de diálogo

Tras el fracaso de la mesa de diálogo convocada por el presidente, Mohamed Morsi, para el pasado sábado, ahora es turno del Ejército. El ministro de Defensa, Abdel-Fattah El-Sisi, convocó a nuevas conversaciones para hoy en el que están invitados tanto los representantes del Ejecutivo como de los diferentes grupos de la oposición. Según recogía ayer la edición digital del diaro «Ahram», el portavoz del minisitro, el coronel Mohamed Ali, hizo público este llamamiento para buscar «un diálgo social, no un diálogo político nacional». Por el momento, el Frente Nacional de Salvación, grupo mayoritario aunque no el único de los opositores, condiciona su presencia en cualquier mesa a la retirada del decreto constitucional (que ya se ha cumplido), la suspensión del referéndum y la convocatoria de una nueva asamblea para reinciar los trabajos de redacción de la Carta Magna. De este modo, la armada vuelve a ubicarse como elemento neutro entre dos fuerzas que chocan, algo denunciado por muchos activistas. A.P.

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