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Raimundo Fitero

Atónitos

 

Ver a Barack Obama sollozando ante las cámaras no reconstruye el ánimo, sino que coloca una capa de barniz de incredulidad ante los hechos. Volver a señalar en caliente tras una nueva matanza de esta magnitud que es necesario reflexionar sobre la relación de los individuos con las armas en los EE.UU. empieza a ser una pose, una retórica, que forma parte del manual de escapatoria ante los acontecimientos que dejan atónitos a todos por lo que tienen de incomprensible en su primer impacto y por lo que revelan de un estado de ansiedad social que no acaba de canalizarse.

Esta vez ha sido en Connecticut, de nuevo el perfil del asesino es la de un joven talentoso en sus estudios, retraído en sus relaciones, que un día rompe todas las barreras y comete una matanza que empieza con su propia madre. Se ha conocido al supuesto autor, Adam Lanza, se nos han ofrecido imágenes de cuando era un niño y de hace poco. Se han difundido sus rasgos, sus posibles motivaciones, ha aparecido ante las cámaras su hermano y su padre, es decir, no se ha tenido ni un ápice de prevención sobre su figura, se ha realizado ya un akelarre mediático, policial y global y lo de Obama forma parte del ritual que además de provocar estados de ansiedad generales, nos induce a pensar con mucho más pesimismo sobre el género humano, deja sin resolver los muchos flancos abiertos.

Si se votase ahora mismo sobre el uso de armas por la ciudadanía, por los métodos de ventas y etcétera, ¿qué sucedería exactamente? Mi impresión es que saldrían reforzadas las tesis de la Asociación del Rifle. Más armas, más vigilancia armada en colegios, institutos y guarderías. Se trata de una cultura de defensa que es un derecho constitucional. No es una moda, no es algo de unos cuantos extremistas, es de uso extendido, una tradición, una manera de ser y estar. Las armas no son excepcionales y ahí radica una parte del problema que ahora se ha visualizado de la manera más rotunda. Viendo por diversas cadenas las piezas de acompañamiento a esta masacre, uno se queda más atónito todavía. Es una constante, hay centenares de casos y tienen trascendencia mediático solamente a partir de un número de víctimas.

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