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Pala Final de la Liga de Parejas

Gaubeka-Larrinaga se llevaron una final de guión

El delantero de Armintza y el zaguero de Sopela se llevaron el título en un partido que tuvo tensión, emoción, polémica y que se decidió en el último de los 748 pelotazos cruzados en casi hora y media.

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URKIJO-IBARGARAI 2

GAUBEK-LARRINAGA 3

 

Jon ORMAZABAL

Seguro que Josu Urkijo y Xabier Ibargarai hubieran preferido otro desenlace, al menos algo que no hubiera sido tan cruel, pero Esteban Gaubeka y Koldo Larrinaga se llevaron ayer del Bizkaia de Bilbo una final en la que solo faltaron otro par de txapelas para premiar el esfuerzo de los subcampones.

Y es que, en ese impulso que la especialidad del leño necesita para recuperar parte del esplendor perdido, difícilmente pudo la intendencia imaginar una mejor final para ser televisada en directo. Porque hubo emoción, remontadas, calidad, tensión, hasta cuatro roturas de pala y después de todo eso, en una especie de ruleta rusa, todo se resolvió en el último de los 748 pelotazos cruzados, uno que Ibargarai lanzó bajo chapa.

Por haber, hubo hasta un tanto que, con empate a dos sets y con diez iguales en el quinto, puede valer para quitarse de encima ese mito de que no se pueden ver tantos peloteados, con un ejemplar de minuto y medio.

Resistir fue vencer

Se puede decir que la final de ayer pasó por todos los estados posibles. A Ibargarai le costó entrar mucho en el partido y así, el primer set se fue en un visto y no visto con un 5-12.

Por mucho que el segundo parcial cayera también del lado azul por un agónico 11-12, las tornas ya habían comenzado a cambiar. El zaguero de Etxarren comenzó a soltar a la pelota, lo que permitió que Urkijo también entrara en juego. El dominio pasó a colorado y a la pareja vizcaina le salvó el saber resistir para anotarse el segundo (11-12).

El golpe sicológico parecía muy duro, pero Urkijo-Ibargarai no dieron su brazo a torcer. Siguieron a lo suyo y consiguieron sacar fruto a su dominio, llevando la final a un último set de desempate. Ahí ya se desató la locura, los nervios y el cansancio pesaron lo suyo, se sucedieron los tantos, las faltas de saque y los errores y, en un final de infarto, la fortuna quiso sonreir al Gallo y Larrinaga.

 

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