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«Sortu etengabe sortzen»

Desde el «apasionamiento por la izquierda abertzale», el autor dedica este artículo a Sortu, apuntando que su «tarea de forja» nunca debe darse por concluida, ni en su conjunto ni en ninguna de sus partes. Al objeto de que no pierda comba ni se endurezca, Pérez Bustero señala seis campos de actuación que a su juicio requieren la máxima atención, y concluye valorando que, mientras mantenga su trayectoria vital, la nueva formación será «un tesoro magnífico» para Euskal Herria.

En la izquierda abertzale se está llevando a cabo un ingente trabajo colectivo para acordar una redacción definitiva de las bases ideológicas, modelo organizativo, línea política y comunicación que deben ser el eje de Sortu. Con ello se efectúa el objetivo marcado por «Zutik Euskal Herria» (febrero de 2010), «disponer de una formación política legal para la intervención político-institucional, así como para participar en la mesa de partidos políticos donde se logre el acuerdo político resolutivo».

Teniendo en cuenta la importancia de este esfuerzo para definir esa «expresión político-organizativa», en el que toman parte centenares de personas tallando los temas, puede parecer inoportuno llamar la atención sobre los riesgos que le aguardan como partido y estructura, y sobre la resultante tarea de continua reactivación y exigencia. Pero no hay en ello desestima sino apasionamiento por la izquierda abertzale.

Y desde esa identificación, pero tratando de mirar a lo lejos, hay que recordar como reflexión básica que dotarse de una definición y estructura, aunque imprescindible para sobrevivir y crecer, conlleva una solapada tendencia a encerrarse en ellas. Nadie, por maravilloso que sea en su emerger, es ajeno a esa ley de gravedad. Los partidos socialistas, las religiones, los sindicatos, las revoluciones populares. En todos, las palabras y definiciones tienden a hacerse estáticas, y a instalarse en el sistema. Si al cemento se le echa agua, se fragua y endurece. Si a un movimiento revolucionario se le echa institución y estructura cobra el riesgo de perder dinámica y apuntalarse. Por ello, la tarea de forja de Sortu nunca debe terminar ni como conjunto ni en sus diferentes partes. Siembras, escardas, siegas, trillas, y de nuevo debes sembrar, escardar, segar, trillar.

Vale la pena señalar seis campos que requieren la máxima atención. El primero se refiere al texto. Así como no hay evangelio, ni dogma, ni carta magna que sea perfecta o definitiva. tampoco lo es el texto que define a Sortu. Es ineludible tener una redacción, pero siempre será un reflejo parcial de los hechos. Su lenguaje y forma de definir objetivos, por excelentes que sean, nunca pueden competir con la realidad. Esta es siempre más extensa, entrañable y activa. Pero ello, apenas concluido el documento, hay que seguir hablando y aportando porque Sortu debe ser hijo de la vida vasca, no un recorte de la misma.

El segundo se refiere a la estructura. A la pirámide de estructuras. Desde las locales hasta las nacionales. Hay una verdad a la sombra de las llamadas estructuras. Que tienden a hacerse autoridad. Las personas votadas son inicialmente representantes, luego suman prestigio, después se vuelven emisores de respuestas. Y seguidamente, autoridad. Repartida en dosis diversas de un escalón a otro y terminando en una cúpula. Toda organización política que se dota de andamiaje tiende a construir una cúpula. Y la cúpula de un partido, es decir, el grupo dirigente, tiende por su propio estatus a ejercer control. Por ello, en Sortu, al mismo tiempo que manifestamos aprecio y hasta admiración por los y las representantes, hemos de cultivar la fobia hacia todo lo que sea autoridad. Nuestros representantes no son depositarios de verdades, ni de respuestas, sino tienen que buscarlas y recogerlas entre la gente, que es la única que las acumula. La gente tiene el patrimonio de dolor, intuición, datos, pasión.

El tercer campo se refiere al rol dinamizador de Sortu. Al perseguir una serie de objetivos estratégicos, Sortu se propone ejercer un rol dinamizador de la ciudadanía. Se ve a sí mismo como depositario de la pasión vivida en el proceso vasco que le precede, que a su vez contenía la insubordinación de siglos. Pero debemos tener en cuenta un hecho importantísimo. Un motor no funciona por inercia. Sortu no funciona por su propia inercia. Necesita ser impactado por la pasión que existe fuera. Así que, a la vez que se propone ejercer una función dinamizadora, Sortu debe dejarse dinamizar por los movimientos que ya existen. Las realidades cotidianas son los bebederos en que hundir bocas y mente. Los bancos de datos. Sortu debe comer y beber de ellos. No es un mesías, sino un motor que necesita cargarse continuamente.

El cuarto campo nos lleva a parecidas conclusiones. Sortu acometerá la tarea de construcción nacional, organizando o fortaleciendo actuaciones de calle (manifestaciones, encarteladas, sentadas, protestas) y esgrimirá las verdades clave (euskera, perversidad del sistema, siete territorios como país, necesidad de luchar). Precisamente, esas actuaciones y conceptos clave dan a Sortu su personalidad específica. Hay, sin embargo, una verdad desoladora. Los hechos y conceptos repetidos, por dinámicos que sean, se van haciendo ritos. Llega un momento en que apenas contaminan. No seducen. Simplemente nos sitúan como «los otros» para un porcentaje altísimo de gente. Por ello, Sortu, no debe articular únicamente el concepto de lucha con el de construcción nacional. ¿Construcción es igual a lucha? Desde luego. Pero también es contactar, preguntar, escuchar, aprender más, entender, visualizar. Si no ejerce un proceso de «contacto-vecindad-escucha» la construcción es montar andamios y no levantar paredes.

El quinto campo nos hace fijar la atención en el hecho de que Sortu, según va afianzándose como organización, va a poblarse de sedes, o va a reabrirlas. Algo indispensable, pues la militancia de cada zona necesita tener una casa. Pero Sortu, por sus objetivos que abarcan todo Euskal Herria y a todos los vascos, tiene que salir de esa casa. Debe decirse-gritarse a sí mismo que toda nuestra tierra es nuestra verdadera casa. La otra/la sede es un simple cobertizo. Y debemos asimismo reconocer que muchas comarcas, sectores, pueblos son nuestra casa... pero una casa nunca o casi nunca visitada. Tenemos que mirar, conocer, llenar de vida cada casa-sector-tierra.

Unido con todo esto hay un sexto campo. Al disponer de una organización, nos vemos forzados a diseñar una militancia que sostenga esa estructura, y que se preste a ejercer las tareas correspondientes. Lógico. Habrá que ir con mimo pues la militancia es una realidad con limites movedizos y difícil de clasificar. Pero lo que realmente debemos evitar es apropiarnos del concepto de militancia. Y es que en la amplísima tarea vasca hay militantes de todo tipo, que trabajan en mil rincones de Euskal Herria. Aprender a dialogar con una persona sorda; socializar plenamente a personas con carencias; crear libros, fiestas, encuentros; enriquecer el sistema de enseñanza; trabajar en asociaciones de vecinos; ser profesional apasionado de sanidad; denunciar en la prensa o sugerir... Todo ello es militancia. No escatimemos el título. Quienes construyen país, del modo que sea, son militantes de Euskal Herria. Esa verdad de que no estamos solos ni somos los únicos liberadores de Euskal Herria es como lavarse la mente.

Advertido todo esto, hay que subrayar que Sortu, mientras siga naciendo, surgiendo, procreando es un tesoro magnífico que tiene Euskal Herria. Un mar, una Ribera, una Rioja y un Pirineo de gente estupenda, esté en la calle o esté presa o confinada.

Sortu etengabe sortzen.

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