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Desolación en Zinjibar, en el sur de Yemen, medio año después de la salida de Al Qaeda

Fawaz AL-HAIDARI (AFP) | ZINJIBAR

Casas en ruinas, fachadas destrozadas por obuses y la población viviendo atemorizada: Zinjibar, en el sur de Yemen, ofrece un espectáculo desolador seis meses después de su reconquista por el Ejército a Al Qaeda, que llegó a proclamar un emirato islámico en la zona.

«En ausencia del Estado, ahora controlamos nosotros Zinjibar, la protegemos y defendemos», afirma un joven armado en uno de los múltiples puntos de control en la calle principal. Como él, otros 300 miembros de los comités de resistencia popular, sustitutos del Ejército, hacen la función de policía en Zinjibar, capital de la provincia de Abyane, tras su reconquista en junio. Los Partidarios de la Sharia, nombre bajo el que opera Al Qaeda en el sur de Yemen, habían tomado el control de la ciudad durante un año, aprovechando el debilitamiento del Estado, en plena crisis por el movimiento de rechazo al expresidente Ali Abdallah Saleh.

La mayoría de los casi 90.000 habitantes, que habían huido de los combates para refugiarse en las provincias vecinas, sobre todo en Aden y Lahj, descubrieron el horror al regresar. «Hemos encontrado nuestra casa en ruinas, completamente demolida», relata a France Press Mansur Abdallah Haithem, que se ha visto obligado a ocupar, junto a siete miembros de su familia, una clase del instituto técnico de Zinjibar. «Todavía somos desplazados pero en nuestra propia ciudad», lamenta Mansur, que se queja de que «el Gobierno se contenta con censar los daños» en su barrio, escenario de los combates entre los insurgentes y el Ejército, apoyado por los comités de resistencia.

Más lejos, una escuela da testimonio del alcance de la destrucción. «A nuestro regreso de Aden, intentamos reagrupar a los alumnos de cuatro escuelas destruidas en las ocho clases que todavía permanecían en pie en mi centro», explica Samira Salem Awadh, directora de la escuela Khadija.

Pero el sentimiento de inseguridad persiste entre la población. «No hay seguridad en Zinjibar. Nos preocupa mucho porque el Estado está ausente», afirma Oum Monia, una madre que llega a buscar a su hija a la salida de las clases.

«El ciudadano no se siente seguro. El Ministerio del Interior no ha cumplido su papel pese a nuestras constantes demandas», critica el alcalde de Zinjibar, Jamil al-Aqel. «El mantenimiento del orden es importante para que otras estructuras del Estado puedan empezar a funcionar», añade.

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