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Fermin Munarriz | Periodista

Guillotina

Apenado porque el mundo no tenía pinta de acabarse, leía en papel una interesante reflexión del sociólogo Manuel Castells sobre la función de las redes sociales en la activación de la ciudadanía humillada, cuando he tropezado con un confidencial digital conservador.

He dejado al brillante catedrático con la palabra impresa en la boca en el momento en que auguraba que «con una sociedad movilizada, indignada, sin respuesta institucional creíble, es difícil evitar la violencia», y me he deslizado imprudentemente por ese tobogán de las melonadas digitales para darme de bruces con que el delegado del Gobierno español en la CAV, Carlos Urquijo, se pavonea por Gasteiz «con un espectacular coche Porsche Cayenne», un todoterreno cuyo precio -apunta la misma información-, puede ir de los 70.000 a los 170.000 euros según la versión. La verdad es que el tema no me habría despertado ninguna emoción si no fuera por la vehemencia -y las amenazas a autoridades civiles y los recursos judiciales- que el ínclito ha desplegado para recortar a los trabajadores públicos vascos su sueldo anual.

Pero entrar en internet es como coger cerezas de un cesto; una arrastra a otra... Así he descubierto que «ser republicano puede ser un negocio: nace la primera tienda de guillotinas en Europa». Con esto sí me he enternecido. Uno es un sentimental...

A pesar de que la tienda ofrece «variado contenido revolucionario» contra las medidas gubernamentales, el producto estrella es el artefacto con que recortaron la extra a Luis XVI y a su esposa María Antonieta. El aparato tiene pinta de lucir bien en cualquier reunión social: mide 2,20 metros de altura por 75 centímetros de anchura, tiene número de serie y se puede personalizar a gusto del ejecutor: madera envejecida, color... Cuesta 190 euros y, de momento, ya han recibido tres pedidos; uno desde Donostia.

La idea es de la tienda 198 (el nombre hace referencia a los nacidos en la década de los 80), que ofrece otros complementos imprescindibles para la revolución, como sudaderas y polos con mensajes indignados contra los recortes o camisetas deportivas republicanas; eso sí, más españolas que el bombo de Manolo.

En realidad, luego la cosa no es para tanto: la cuchilla de la guillotina no tiene filo. Un chasco para unos, un alivio para otros. Como el fin del mundo.

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