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BEN LEWIN | DIRECTOR DE «LAS SESIONES»

«El sexo puede ser tratado como un tema cotidiano»

Con una deliciosa y emotiva incorrección política, el realizador de origen polaco narra en «Las Sesiones» el fin de la virginidad -a casi los 40- de Mark O'Brien, periodista completamente paralizado a causa de la poliomielitis infantil. EN un artículo, O'Brien se dispuso a quitarle el velo a un tema tabú, como lo es el del sexo y las discapacidades. Y Lewin traslada esta historia a la pantalla.

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Janina PEREZ ARIAS | DONOSTIA

Las muletas de Ben Lewin (Polonia, 1946), descansan en un rincón de la suite del Hotel María Cristina de Donostia. «Las sesiones», que se estrenó el pasado viernes en las salas comerciales, ha alcanzado un éxito que le ha tomado por sorpresa: triunfadora en Sundance, en el Festival de Toronto y en el de Donostia (como parte de la sesión Zabaltegi-Perlas), a donde llegó con John Hawke, el protagonista de esta cinta que cala en el alma del público. Tanto Hawke como Helen Hunt (quien interpreta a la asistente sexual) han sido nominados al Golden Globe, así que nada parece impedir que «The Sessions» sea considerada par el codiciado Óscar. «Que dios te oiga», deja escapar Lewin.

Ver «Las sesiones» es montarse en un carrusel de emociones. ¿Por qué se decantó por hacer esta historia de esta forma y no miserablemente triste, como se pudiera esperar?

Me gustaría pensar que lo hice de forma espontánea, que surgió como una canción, pero la realidad es que le dediqué mucho tiempo al guión; hice muchos bosquejos hasta que di con la forma que me satisfizo. Me parecía que se debía contar como un viaje emocional, y me encanta lo de «carrusel de emociones», así que te lo voy a robar (risas), porque eso era lo que esperaba que sucediera, que se produjera una conexión.

En cuanto al uso del sentido del humor, ¿se inspiró básicamente en Mark O'Brien?

Pienso que Mark fue un poeta muy serio, y su obra constituyó una parte importante de su identidad. De hecho decía que el sentido del humor era tan esencial que hasta Dios debía tenerlo al crear a alguien como él. Por otra parte, me acerqué mucho a Susan Fernbach, su compañera sentimental en sus últimos años, quien fue una gran fuente de información e inspiración para mí. Susan se convirtió en una ventana de acceso hacia la personalidad de Mark y, al tener esa conexión con ella, me permitió incorporar a la historia mi propia percepción de la vida, cosa que no hago muy a menudo, y me sentí cómodo al hacerlo.

¿Pudo incluir también su propia experiencia con el polio?

Usé mi propia experiencia como afectado por el polio en la medida en que me dediqué a convencer a la gente que yo era la persona indicada para llevar al cine esta historia (risas), pero no he sufrido las limitaciones que vivió Mark. Desde joven he podido ser bastante independiente. Además, hizo que me sintiera cómodo al no ser políticamente correcto, un aspecto conectado a la censura.

¿Qué tan lejos quería ir siendo políticamente incorrecto?

En realidad no lo tuve premeditado, pero sí quería poner a la luz un determinado tema.

En la cultura cinematográfica de Estados Unidos la sexualidad está vista como una extensión de la violencia, pero la idea de la sexualidad diaria, de lo que haces todos los días porque eres humano, es difícil de vender en una sociedad tan puritana. No es que me lo haya tomado como una misión, pero creo que he abierto un poco más la puerta para que el sexo pueda ser tratado más como un tema cotidiano, antes que meterlo en otro apartado. También se trataba de plantear la conexión entre sexo y religión, y la paradoja de tal relación.

¿Cuál fue su intención al presentar un cura tan progre?

La religión era una parte fundamental en la vida de Mark, y el hecho de que escribiera en su artículo que consiguió que su sacerdote le bendijese [antes de emprender su empresa de abandonar la virginidad], estuvo presente desde el principio. Pensé que tener un cura hippie en ese contexto era muy posible. Una de las paradojas es que la gente recurre a los sacerdotes para preguntarles sobre sexo, y eso es como preguntarle a un ciego que escoja el color para tu casa (risas).

¿Fue laborioso encontrar a los actores ideales para la película?

Estaba dispuesto a hacer este film con actores desconocidos. Me hubiera dado por satisfecho con el tan solo hecho de poder realizar este proyecto, pero di con una muy buena directora de casting [Ronnie Yeskel] que se propuso poner varios nombres sobre la mesa, convirtiendo la búsqueda de actores en una cruzada personal. Cuando a John lo nominaron al Óscar por «Winter's Bones», Ronnie me llamó por teléfono y me dijo «ese es tu hombre...». Estaba completamente convencida, y por eso yo me convencí también. Para el personaje de Cheryl [Helen Hunt], había varias actrices que estaban dispuestas a asumirlo, con todo lo que implicaba el reto de las escenas de desnudo.

¿Le resultó difícil a Helen Hunt el desnudo total?

Fue más fácil de lo que me hubiera imaginado... Fue hasta divertido, casi como una terapia. Helen se preocupó de cómo se veía, yo le decía que no se preocupara, aunque ella se empeñaba en saberlo en ese mismo instante. Pero esa fue más bien la mejor manera de introducirnos en esas escenas.

¿Cómo logró que las escenas íntimas no resultasen incómodas o voyeuristas?

Decidimos no usar ninguna técnica especial. Cuando Helen me preguntó cómo las haríamos, le dije: exactamente como las otras escenas. Lo cual no es usual cuando se hacen escenas de sexo... Queríamos darle un toque de cotidianeidad para hacerlas más fáciles.

No es fácil entender el oficio de la asistente sexual Cheryl Cohen-Greene...

(Se sonríe) Cuando conocí a Cheryl, me encantó, y todo el tiempo estuve pensando en cuál era la diferencia entre su trabajo y el de una prostituta. Se lo pregunté, y me dijo que tal vez la diferencia está en que ella tomaba notas.

Cheryl se preocupa por conseguir que sus clientes logren una máxima satisfacción emocional, lo cual no está contemplado en la labor de una prostituta.

¿Está dispuesto a promover esta película para el Óscar?

¿Yo? No tengo ningún control sobre eso. Solo soy un peón en el juego... (risas).

 

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