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Fede de los Ríos

Feliz, la Navidad de algunos

«Hijo, jamás sientas pena por los patronos, pues tiene más el rico cuando empobrece, que el pobre cuando enriquece»

Hoy 23 es San Dagoberto II (dos palos) de la dinastía Merovingia, la iniciada con la descendencia del Jesús que nacerá mañana y María la de Magdala. A lo que se ve hubo tema entre el Mesías y la de moral distraída.

Hace ya sesenta años, moría un poeta de medio siglo de edad que respondía al nombre de Enrique Santos Discépolo. Algunos, los más cercanos, decíanle «Discepolín». Había nacido con el siglo y ese mismo siglo veinte cambalache, problemático y febril acabó por infartarle el corazón. Discepolín presentó el XX como el paroxismo de la iniquidad, de la maldad insolente; la lucidez de las letras en la composición de sus tangos son difíciles de igualar. La descripción de una realidad donde en todos los ámbitos sociales la impostura de pocos atropella la razón de la mayoría. Donde, parafraseando al infame Winston Churchill podemos decir, que nunca tan pocos hicieron invivible la vida de tantos. Discépolo, como toda persona que usa la razón, era fruto de su tiempo y, aunque también previó la porquería del dos mil, ni por asomo pudo imaginar un siglo XXI en el que las condiciones de vida de los de a pie empeoradas con relación al anterior; donde los hijos e hijas fueran a sobrevivir en peores condiciones que las de sus padres e incluso abuelos. El argentino conoció el crack del 29, supo de la oleada de suicidios por el aumento del paro y la pérdida del un salario con el que sobrevivir los trabajadores y sus familias; los desahucios de sus granjas y viviendas a los agricultores. Conoció la falsedad de la leyenda de industriales y banqueros lanzándose al vacío para poner fin a sus arruinadas vidas (sólo fueron cuatro los casos registrados; el deseo popular de justicia hizo lo demás).

Hoy se suicidan los mismos. Como me decía mi abuela Lorenza Cristobalena ante los comentarios de los empresarios sobre la merma de sus beneficios en los balances: «hijo, jamás sientas pena por los patronos, pues tiene más el rico cuando empobrece que el pobre cuando enriquece».

Ahora, además, a diferencia del 29, todo el dinero de los impuestos, que debiera dirigirse a paliar la situación de los que sufren la crisis, es entregado a quienes la produjeron. Y aún más, el destinado a sanidad, educación y cobertura social. Enfermedad, incultura y desamparo también son considerados fuente de beneficios por los depredadores a quienes representan.

Cuenta otra leyenda que, hace 2012 años, una mujer acompañada de un meditativo varón dio a luz a un niño en el amparo de un portal y un buey y una mula les protegiéndoles del frío de la calle. Hoy, la existencia de porteros automáticos, los forzaría al raso y a la búsqueda de cartones con los que paliar la crudeza de una Noche que sería un escarnio para sus protagonistas el denominarla Buena.

Otra Navidad con Otegi y tantos otros en prisión. Con Galindo y el resto de mercenarios disfrutando del calor de hogar. Otra sin poder juzgar ni a Rato, a Rouco ni a los Borbones. Vaya una mierda de espíritu navideño que resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador.

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