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CRíTICA: «Infancia clandestina»

De llamarse Juan por Perón a Ernesto por el Che Guevara

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Mikel INSAUSTI

No voy a entrar en la polémica que se ha formado en Argentina con «Infancia clandestina», porque desde la distancia no logro entenderla. Todo viene a raíz de que el productor de la película es Luis Puenzo, que ganó el Oscar en 1985 con «La historia oficial». Se ha llegado a decir que el nuevo título es una precuela de lo que allí se contaba, y que su designación para representar al país austral en los Oscar de este año puede interpretarse, valga la redundancia, como un continuismo oficialista. Ni conozco al debutante Benjamín Ávila ni tampoco me importa si es kirchnerista o no, porque el dato relevante que atañe a su ópera prima tiene que ver con su carácter autobiográfico, puesto que su madre despareció durante la dictadura militar y su hermano pequeño es uno de los nietos recuperados gracias a la acción de las Madres y las Abuelas de la Plaza de Mayo.

Basta que a los argentinos les toque el tema más de cerca para que los árboles no les dejen ver el bosque, pero «Infancia clandestina» es una importantísima realización para quien la juzgue de un modo imparcial. Me parece la mejor descripción que se ha hecho en el cine de la vida de las familias sometidas a persecución política, desde que Sidney Lumet nos dejó a finales de los años 80 su magistral «Un lugar en ninguna parte».

El mayor acierto de «Infancia clandestina» reside en la perspectiva narrativa en primera persona, asumida por Benjamín Ávila a través de la figura del niño protagonista. La lógica infantil se impone al intentar explicar lo que significaba hace cuatro décadas ser hijo de montoneros, viéndose obligado a cargar con una falsa identidad, empezando por el cambio del nombre, que de Juan en honor a Perón pasa a ser Ernesto por el Che. Esa evolución de la propia sociedad argentina de la época fue convulsa, lo que dificultaba, aún más siendo clandestino, el disfrute de las cosas normales. Sólo el tío Beto, interpretado por Ernesto Alterio, procura al chaval instantes de evasión, que no son compartidos por un padre entregado a la militancia en cuerpo y alma.

 

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