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Félix Placer Ugarte | Teólogo

Economía navideña

«El imaginario neoliberal de mitos consumistas invade y domina la cultura popular navideña» afirma el autor, que reconoce que una gran mayoría ciudadana suspira por el restablecimiento de una forma de bienestar basada en su capacidad adquisitiva que, sin embargo, se aleja del horizonte social. Subraya que ante estos días festivos envueltos en papel multicolor se anhela la urgencia de descubrir y motivar un modelo diferente que considera que subyace en las tradiciones míticas e identitarias más arraigadas de Euskal Herria. Un modelo regenerador, de solidaridad, de salud integral y de paz. Y concluye defendiendo que el auténtico mensaje de la Navidad anuncia el «nacimiento» de una nueva realidad de igualdad, justicia y soberanía solidaria.

Las envolventes luces de estos días ofreciendo fiesta y evasión se oscurecen ante la cruda realidad de una crisis implacable, que prosigue alargando su sombra desoladora en personas y hogares. El nuevo año comienza con augurios pesimistas y presagios negativos. La recuperación se programa a más largo plazo, mientras el agujero negro de la pobreza y exclusión no parece tener fondo.

A pesar de esta situación, el imaginario neoliberal de mitos consumistas invade y domina la cultura popular navideña y no resulta fácil sustraerse al fascinante mensaje que sus escaparates presentan con engañosa publicidad. Quien no entra en este círculo no puede celebrar estas fiestas. Pero, en consecuencia, ante la imposibilidad de seguir ese tren de los deseos ofrecidos, la frustración invade la vida de muchas personas.

Debajo de estas sensaciones y situaciones late un modelo manipulado por la economía del tener y consumir. Arrastrada por su impetuosa dinámica, de la que resulta casi imposible sustraerse, la gran mayoría ciudadana suspira por el restablecimiento de una forma de bienestar basada en su capacidad adquisitiva y consumista que, sin embargo, se aleja del horizonte social.

Es verdad que más allá del consumo compulsivo de estas celebraciones, la cruda realidad de tantas personas sin trabajo, con pensiones reducidas al mínimo, con trágicos desahucios, plantea una exigencia apremiante de soluciones. Pero las auténticas y eficaces respuestas a una situación económica generada por abusos financieros, políticas vendidas al mercado neoliberal, corrupciones bancarias y acumulación de beneficios, enriquecimientos clamorosos de unos pocos, no pueden venir del modelo capitalista neoliberal. Sus consecuencias lo evidencian en una humanidad arrastrada a desigualdades clamorosas que han destrozado el equilibrio mundial.

Por eso, cuando una vez más se presentan estos días festivos envueltos con ofertas de papel multicolor en los iluminados escaparates del consumo, se siente y anhela aún más la urgencia de alternativas capaces de descubrir, motivar y construir un modelo transformador.

Y paradójicamente estas celebraciones encierran una decisiva capacidad regenerativa de conciencias colectivas y comportamientos sociales. Es verdad que no resulta fácil descubrir su calado revolucionario para una sociedad ofuscada por la publicidad mediática. Para la mayoría, si no más convincente, resulta al menos más atrayente el disfrute efímero y evasivo anunciado con las luces artificiales que adornan pueblos y ciudades.

Sin embargo, y como alternativa radical a los mensajes consumistas de estas fechas, subyace en las tradiciones míticas e identitarias más arraigadas de Euskal Herria, un modelo económico radicalmente diferente, otra «ley de la casa» («oikos nomos») que implica y propone nuevas relaciones convivenciales.

La primera es precisamente la etxe/casa, como lugar sagrado e inviolable, símbolo de económica compartida, donde arde el fuego (sua) que cuida la etxekoandre en un cálido clima de acogida, de protección, de solidaridad. Por ello nada hay más doloroso e injusto que expulsar de la casa, desahuciar. Y nada más entrañable que volver a la casa familiar, al pueblo, a Euskal Herria para participar en la mesa con Olentzero, para gozar de la amistad. Así lo expresa la entrañable melodía navideña del «hator, hator, mutil etxera...» con su especial reivindicación para quienes en las cárceles sufren junto a sus allegados la injusta lejanía y la interminable condena.

El año nuevo se anuncia en nuestros pueblos con «ur berria», el agua nueva cimera y profunda -«ur goiena, ur barrena»- como se canta en la Sakana navarra y en las estribaciones montañesas de Arantzazu. Es el agua renovadora de un nuevo año/urte berri porque nace desde el fondo de los valores más auténticos y fecunda nuestra Ama Lur con la semillas de la solidaridad, de la salud integral, de la paz: «Urte berri. Zer dakarrazu berri?: Pakea ta osasuna...».

Es cierto que estos símbolos y mitos identitarios vascos, que manan desde ancestrales manantiales, también se han contaminado con las turbulentas aguas del mercado y consumismo neoliberales. Para muchos han perdido su genuino sentido y se han reducido a estímulos mercantiles, a adornos externos, cuando no se han diluido ante los «Papá Noel» o los «Reyes Magos». Sin embargo en aquella simbología mítica se encierran auténticas alternativas de otra economía, integradora, sostenible, convivencial y acogedora. Ahí renace el solsticio de un tiempo nuevo en el crudo y frío invierno neoliberal.

El cristianismo, que inculturó los mitos vascos y de otros pueblos haciendo coincidir las fechas desconocidas del nacimiento de Jesús de Nazaret con las fiestas del solsticio invernal, ofrece también sus símbolos míticos asumidos por nuestro pueblo en un sincretismo semántico. Pero también esta Navidad ha cedido en sus celebraciones sociales al avasallador pensamiento y publicidad capitalistas diluyendo la fuerza liberadora de su mensaje subversivo.

En consecuencia, dentro de esta compleja y densa simbología navideña y del año nuevo, se entrecruzan modelos enfrentados: el de la Navidad, que responde y alimenta el modelo neoliberal consumista, y el de la regeneración, desde un modelo alternativo que parte de la realidad de quienes buscan y anhelan otra forma de vida, de relaciones y estructuras justas en sociedades sostenibles sobre las bases de la solidaridad y de modos diferentes de vida compartida.

Frente al desolador lema de los bancos depredadores, -«robar a los pobres para continuar enriqueciendo a los ricos», lema con el que termina la arrolladora película, «El capital», de Costa Gravas-, María, una mujer nazarena, proclama, según los relatos navideños cristianos, el desmantelamiento de las arrogantes estructuras del poder para levantar a los humildes y compartir los bienes con los hambrientos. En su casa de Nazaret donde Jesús vivió, como un niño más de su humilde pueblo, comenzaba la realidad de una liberación de los pobres, oprimidos, cautivos, otra forma de vida, otro modelo de convivencia, una economía nueva y liberadora para un mundo dominado y sometido a los intereses de los poderosos de todos los tiempo.

Ante los signos de esta época, frente a tantas previsiones negativas y preocupantes, es urgente diseñar y poner en práctica lo que ya muchas personas están realizando para hacer frente al modelo capitalista. El auténtico mensaje de la Navidad anuncia el nacimiento de la esperanza y la realidad de una economía nueva, de igualdad, justicia, soberanía solidaria para construir otro mundo al que el nuevo año nos invita:

Eguberri eta urte berri on!

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