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Raimundo Fitero

Glucosa

 


Alguna asociación de defensa del televidente global debería exigir de manera seria y contundente unos controles secuenciados de azúcar en mando a distancia, en programas especiales navideños. Si podemos sobrevivir a la glucemia de la compota, del turrón de mazapán o incluso de esos cavas semis que producen salpullido, quién nos asegura que estamos preparados para salir sin síntomas de diabetes tras la cantidad de apestosos especiales recargados de edulcorantes no regulados. ¿Por qué nadie controla de manera preventiva los efectos de la programación especial de las cadenas en estas fiestas navideñas?

Si el aburrimiento puede considerarse como un diagnóstico socializado sin medicación específica individual ¿han acotado de manera científica los problemas físicos, químicos y síquicos que pueden provocar el visionado de continuo de un especial de cancioncitas de famosetes, de las estrellas de los canales en situación navideña de manual y de expresión limitada a dos frases hechas, con intención de mostrar su parte más graciosa, seguido de un recital de Alejandro Sanz y otro de Miguel Bosé? Vale, hay que transmitir buen rollo, hay que decir que todo es magnífico, tenemos que colocarnos con una careta mental que se convierta en una renuncia crítica previa, para dejarnos deslizar por un tobogán de alienante aceptación del cuñado chistoso, de los discursos institucionales romos y del agobio de las felicitaciones por whatsapp.

Pero si todo es exactamente igual, si se repiten los temas, los asuntos y los bailes, ¿para qué sirve la televisión en estas fiestas señaladas? En algunas casas hasta molesta el electrodoméstico esencial en su lugar totémico habitual y se aparta para que quepan todos los primos del pueblo, pero sus contenidos son pertinaces, sus audiencias en términos absolutos bajan, pero los resultados porcentuales demuestran que no hay nada más conservador que estos días de villancicos y esa empalagosa disposición para quedar bien con todos. Todo nos conduce a acabar con problemas graves de salud. Y nos faltan dosis de películas lacrimógenas, repeticiones miles de los goles de Messi y chistosos baratos. La glucosa disparada.

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