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amistoso internacional de selecciones

Se cierra un círculo

Beñat ZARRABEITIA Periodista

La selección vasca de fútbol cierra esta noche un círculo de 19 años. Tiempo transcurrido desde que la FVF comenzó a organizar los partidos de Navidad siendo como ahora la Bolivia de Azkargorta el primer rival. El balance cuenta con numerosos claroscuros.

De la ilusión inicial y el simbolismo que unía al equipo que dio la vuelta al mundo durante la guerra, se pasó a un periodo sin avances en el que la reclamación de la oficialidad se había convertido en un elemento prácticamente folclórico que volvía por Navidad. Las demandas de los futbolistas y de buena parte de la sociedad obligaron a la FVF a moverse y a disputar partidos fuera de nuestras fronteras. Sin embargo, la Federación volvió a recular tras sufrir importantes presiones políticas, lo que derivó en un pulso que terminó sin vencedores.

Hace dos años la selección volvió a jugar en San Mamés frente a Venezuela antes de desplazarse a Estonia en un partido que paso inadvertido. Y ahí radica uno de los grandes problemas de este modelo. La falta de continuidad y voluntad de dar pasos, no ya hacia la oficialidad con petición en la FIFA, sino en cuanto a una articulación más seria y ajustada a todos los territorios. Junto a ello, la entidad de los rivales, siempre de la mano de la empresa Go-Sport -gestionada por José Antonio Goikoetxea, ex seleccionador de Euskadi sub 23-, ha dejado mucho que desear, no solo por su calidad, sino también por las leoninas condicionas económicas impuestas a los operadores televisivos para emitir, por ejemplo, el partido en Táchira tras 70 años sin jugar en América. La promoción, marketing y uso de las nuevas tecnologías para ello también ha sido deficientes.

No resulta ningún atrevimiento señalar que el modelo de partido navideño está agotado. No se trata de borrarlo del mapa sin ofrecer alternativas, sino de construir nuevas y renovar las actuales. La principal pasa por una reflexión seria en el conjunto del deporte vasco para una articulación nacional y completa basada en las necesidades de los deportistas y la meta clara de la oficialidad.

Es evidente que el contar con selecciones oficiales propias mejoraría el nivel competitivo y de instalaciones de todo el deporte vasco. Hay que pensar y decidir qué se quiere y ponerlo en práctica. El camino se hace andando con determinación. Por ello, en el ámbito futbolístico y en otros es necesario un cambio de rumbo total y dar paso a una gestión mucho más rigurosa, tanto de la organización de partidos, torneos y concentraciones, como el apartado legal y jurídico, la captación de patrocinadores y la promoción social de los mismos. Es hora de que se produzca la gran sentada del deporte vasco en su conjunto. Los modelos actuales cuentan con topes que se visibilizan de manera cruda en los escasos recursos con los que cuentan buena parte de las y los deportistas vascos, dependientes de becas en su mayoría, y las trabas llegadas desde Madrid o París. Frenar la salida de talento de nuestras fronteras por falta de medios, la carencia de planes propios en numerosas disciplinas muy practicadas -como el basket- o reforzar la apuesta por el deporte femenino.

El partido navideño de la selección de fútbol es la aislada punta de un iceberg muy profundo pero, siendo la oficialidad un tema muy vinculado al cambio de marco -aunque no en exclusiva-, conviene ir pensando y creando el tipo de modelo deportivo que queremos en toda Euskal Herria, tanto en la élite como en la base y el ámbito escolar.

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