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2013, UN AÑO PARA LAS SOLUCIONES : IRITZIA

El chicle de Mariano

Rajoy sabe que su chicle, el mismo que mascaron sus predecesores en el Gobierno español, y que pasaron a los mandatarios franceses, se acaba. Se está dando cuenta de que ya no son tiempos de chicle.

Iñaki LEKUONA I Periodista

Parece que rumia, pero no, mastica chicle. Como su predecesor y todos los demás antes que él. Nadie sabe si a esa goma de mascar le quedará algún sabor, pero visto desde cuándo se la pasan de boca en boca, extrayéndole su jugo, inflándola en globos que luego revientan en sus morros, posiblemente no le quede ni el recuerdo del regusto amargo con el que se sazonaba la política española y se anulaban otros dejos intensamente picantes, como el que supura, por ejemplo, de la corruptela.

Parece que rumia, pero no, Mariano mastica el chicle que antes mordisquearon González y Aznar, el que Zapatero estuvo a punto de escupir pero finalmente quedó colgando de la boca de un ministerio de Interior cuyas mandíbulas se movían al ritmo de las ambiciones de Rubalcaba, el superministro que quería ser califa y que en su incompetencia bloqueó el diálogo, negó la normalización y metió a su propio partido en una crisis política de la que difícilmente saldrá por no haber sabido gestionar ni la paz ni la economía de su país ni el PSOE.

Parece que rumia, pero no, Mariano Rajoy mastica el chicle que sus predecesores han venido compartiendo con sus colegas franceses, ese que parece haberse quedado incrustado en las muelas de Manuel Valls, heredero de aquel otro gran masticador, Jean-Pierre Chevènement, que negó a Ipar Euskal Herria una institución propia bajo el argumento de que «Francia tiene el deber de sostener a la democracia española en su lucha contra el terrorismo y no debe hacer nada que pueda debilitar la unidad de España». Valls ha mordido las aspiraciones de la mayoría política vasca respecto a una institución propia. Pero en su dentellada, ha conseguido infectar en los electos de izquierda y derecha la rabia hacia una decisión estatal que no comprenden y que les niega lo básico: ser. O les negaba. Porque el chicle duro e insipido que han venido masticando Mitterrand, Chirac, Sarkozy y el propio Hollande quizá acabe este 2013 escupido en el olvido. Y no es optimismo, son hechos. Porque el globo del arresto y la entrega de Aurore Martin que infló el propio Valls se ha reventado en sus morros por decisión del Elíseo. Puede parecer una señal pequena, pero es la primera vez que el teléfono suena en la Moncloa para deshacer un nudo aparentemente tan fuerte. Y es también la primera vez que electos de todos los partidos se insubordinan, indignados por el vasallaje rendido por París a Madrid. Y 2012 ha sido también testigo por vez primera de la unanimidad de todos los partidos en torno a la necesidad de una institución propia. Es posible que tampoco 2013 sea el año en el que Ipar Euskal Herria goce de una gestión política, económica y cultural propia, pero es seguro que si París se niega de nuevo, tendrá que utilizar argumentos diferentes a los de Chevènement y Valls, porque la clase política de este lado del Bidasoa que hasta hoy los acataba, ahora ni los entiende ni los comparte ni los acepta.

Parece que rumia, pero no, Rajoy mastica chicle consciente de que le durará poco; conocedor de que los tiempos han cambiado y las viejas estrategias tienen cada vez menos recorrido; enterado de que en Europa ya empiezan a estar aburridos de esta historia; rendido ante la evidencia de que el conflicto vasco, en una fase resolutiva por decisión popular, ya no tapa las miserias de la gestión del Gobierno; avisado de que al otro lado de los Pirineos ya se han cansado de compartir los sinsabores de una política que en demasiadas ocasiones atraviesa la muga de los derechos humanos, consume demasiados recursos y ha acabado por ser tan impopular como hace 30 años, cuando la colaboración del Gobierno socialista francés con Madrid fue tan criticada entre otros por la Liga francesa de Derechos del Hombre que uno de sus miembros, un entonces desconocido Manuel Valls, decidió entregar su carné de activista pro derechos humanos para, en nombre de la República, pasarse a la goma de mascar al estilo americano.

Parece que mastica chicle, pero no, Rajoy rumia las dificultades de un futuro que hace tiempo que está en marcha y ya es imparable. Entre otras razones porque los vascos así lo han decidido. Y quizá en 2013 también los franceses.

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