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La prohibición de «Operación E» en Colombia obedece a una demanda de Clara Rojas

Clara Rojas se ha acogido a la Tutela Judicial de Menores para impedir el estreno de la película «Operación E» en Colombia, porque considera que atenta contra los derechos del menor en la persona de su hijo, protagonista mudo de una historia colateral a la suya.

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Mikel INSAUSTI |

Los productores de «Operación E» apelan a la libertad de expresión para presentarse ante la opinión pública colombiana como víctimas de la demanda interpuesta por Claudia Rojas, afirmando que es fruto de no haber llegado a un acuerdo económico satisfactorio para ella. Es decir, que si la demandante hubiera tenido una participación en la recaudación de los cines colombianos, seguramente la demanda no habría existido nunca.

Sin entrar en el fondo del asunto, al tener que observarlo desde la distancia, opino que los tiempos en que la corrupción se daba por supuesta en los países de América del Sur quedaron atrás, una vez que ha quedado demostrado que en el Estado español es donde la corrupción tiene su verdadera carta de naturaleza, exportada al Nuevo Mundo durante la colonización.

Clara Rojas, cautiva.

Nadie discute el derecho del pueblo colombiano a ver la película y a juzgar por si mismo, pero tampoco la situación creada por una demanda particular justifica el pretender dar lecciones de democracia a un país extranjero desde la mal llamada «madre patria».

En Euskal Herria también hemos padecido el estilo chusco de Miguel Courtois en sus largometrajes previos «El lobo» y «GAL», consistente en aplicar un falso periodismo de investigación al cine de acción barato. Nunca va a las fuentes directas, sino que aborda los conflictos de forma tangencial. Para «Operación E» no contó con los derechos de la novela de Clara Rojas «Cautiva», ni tan siquiera con el visto bueno de la autora.

La afectada tiene razón cuando dice que el protagonista de la película es su hijo Emmanuel, tal como indica el propio título. Y el guión saca provecho de que se trata de un menor, desviando la atención con respecto a la madre biológica para contar un culebrón sobre el circunstancial padre de acogida forzosa, llamado José Crisanto.

Dicho argumento colateral o de sustitución nunca podrá compararse con la verdadera historia de cautiverio compartida por Clara Rojas e Ingrid Betancourt. El parto forma sólo una pequeña parte de la misma, en tanto en cuanto es la noticia de la liberación, con Hugo Chávez como intermediario, la que reabre el drama vivido durante los seis años de supervivencia en la selva. Nos dejan sin saber el porqué de la amistad rota entre las dos mujeres secuestradas, al parecer debido a las diferencias surgidas por el fracaso de los intentos de fuga, cuando ambas pertencían al mismo partido y habían decidido hacer el peligroso viaje juntas.

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