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Decepcionados con los rebeldes, desertores del ELS se unen a la milicia kurda

Jóvenes árabes de Alepo abandonan el Ejército Libre de Siria (ELS) para enrolarse en las Unidades de Protección Kurdas (YPG) defraudados con la conducta de los rebeldes. Los recién llegados a la milicia kurda se quejan del trato del ELS hacia la población civil y denuncian casos de coacciones y saqueos.

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David MESEGUER | Alepo

Mi familia y amigos no están orgullosos de mí. Me consideran un traidor y creen que me he vendido», explica Mohammed desde el cuartel general de las Unidades de Protección Kurdas (YPG) en Alepo. «El Ejército Libre de Siria se ha desviado de su principal cometido, combatir el régimen. Algunos de sus miembros roban y amenazan a la población civil. Su lucha se ha desvirtuado», explica a GARA este joven árabe que ha desertado de las filas rebeldes para unirse a las YPG.

Las Unidades de Protección Kurdas se formaron el pasado julio cuando el Movimiento Democrático Popular de Kurdistán Oeste (TEV-DEM) -organismo paraguas del Partido de la Unión Democrática (PYD) y otras organizaciones afines al PKK-, tomó el control de algunas zonas del norte de Siria así como de Sheikh Maqsoud y Ashrafiyeh, barrios de mayoría kurda de Alepo.

Aunque el grueso de la milicia kurda lo componen mujeres y hombres de origen kurdo, es frecuente encontrar en sus filas milicianos de diferentes etnias y religiones. En Qamishlo hay numerosa presencia de combatientes cristianos y en Alepo el alistamiento de jóvenes árabes se ha incrementado en las últimas semanas. Más allá de las convicciones ideológicas, la mayoría de los milicianos árabes que viven en el «pequeño Kurdistán» de la que fuese capital económica de Siria se han unido a las YPG porque es el único grupo armado del distrito y, por lo tanto, la única alternativa para defender sus hogares y comercios.

Decepcionados con el ELS

En cambio, hay casos de jóvenes árabes procedentes de otros barrios de la ciudad que han decidido unirse a la milicia kurda decepcionados con la actitud del ELS. Es el caso de Ahmed, un joven de 20 años del barrio de Salahaddin que hasta hace poco combatía el régimen de Al-Assad desde las filas rebeldes. «Cuando en julio la revuelta llegó a las puertas de mi casa decidí unirme al Ejército Libre de Siria. Para tener las mejores posiciones en el frente expulsamos de su hogar a muchas familias e incluso ejecutamos a varias personas. Fue muy duro porque algunos eran vecinos a los que conocía desde niño», relata el miliciano con su rostro oculto bajo una kufiyya.

«Hace un mes que decidí abandonar el ELS y me escondí en Ashrafiyeh. Después de conocer a algunos de los miembros de las YPG decidí integrarme en sus unidades. Me siento aceptado ya que no dividen por etnias y existe un trato igualitario», expone el combatiente. «Para que los recién llegados tengan una fácil integración y no existan malentendidos en las comunicaciones tratamos de dar todas la instrucciones en árabe», cuenta Faiq, responsable de uno de los checkpoints de Ashrafiyeh.

Hasta la fecha no se habían documentado casos de deserciones de miembros del Ejército Libre de Siria a filas kurdas. Quienes han abandonado el ELS lo han hecho principalmente motivados por convicciones religiosas y se han integrado en milicias de corte islamista como el Frente al-Nusra o Ghuraba al Sham.

Recientemente, el periódico británico «The Guardian» ha detallado cómo los saqueos y las luchas internas en el seno del ELS en Alepo están dificultando una acción unitaria contra el régimen. La llegada del invierno y el hecho de que las municiones capturadas al Ejército sirio empiezan a escasear, han convertido el robo y el mercado negro en una forma importante de financiación para determinadas katibas rebeldes. Por otro lado, en un vídeo difundido por «The New York Times» se observa cómo la población civil que guarda cola en una panadería de Alepo carga duramente contra el ELS acusándoles de ladrones al tiempo que apoyan la instauración de un Ejército islamista. «Me gusta que el objetivo prioritario de las YPG sea defender a la población civil y, por este motivo, estaré con ellos hasta que termine la guerra», cuenta Alí, un joven combatiente árabe procedente del barrio de Sukkari en el sur de Alepo. Para estos milicianos, tomar la decisión de abandonar el bando rebelde rompiendo en muchos casos lazos familiares y de amistad es un camino de no retorno.

A ojos de muchos opositores, el PYD es un colaborador del régimen y, por lo tanto, enrolarse en su milicia armada es interpretado como un gesto de alta traición. Esta acusación de colaboracionistas del régimen también la defienden los combatientes kurdos de las kaitbas Salahaddin y Azadi del ELS que critican al PYD por su postura y falta de implicación en la revolución. Esta fractura en el seno de la comunidad kurda desembocó en los choques que protagonizaron las YPG y la brigada Salahaddin el pasado octubre. «Los combatientes kurdos de esta brigada son mercenarios apoyados por Turquía», denuncia Hassan, líder del PYD en Alepo.

Desde el inicio de la revuelta siria el PYD ha insistido en su posición contraria al régimen y, en el caso concreto de Alepo, ha apostado por un estrategia defensiva de las YPG para evitar que la lucha entre el régimen y el ELS se instale en Ahsrafiyeh y Sheikh Maqsoud. «La gente sabe por lo que luchamos y, por lo tanto, cualquier sirio árabe, kurdo, armenio, hombre o mujer que comulgue con nuestras ideas es bienvenido. No se trata de una lucha sectaria sino ideológica», sentencia el político kurdo desde su despacho en Sheikh Maqsoud.

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