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Martxelo Díaz Periodista

Con el beneplácito de las urnas

Siempre me ha llamado la atención que la mayoría de la prensa española (y buena parte de la vasca) se permita utilizar expresiones como «dictador», «caudillo» o hasta «gorila rojo» para definir al presidente de la República Bolivariana de Venezuela, el comandante Hugo Rafael Chávez Frías.

Los mismos que rieron las gracias al rey puesto a dedo por Francisco Franco -este sí, dictador y caudillo, sin comillas- cuando espetó el lamentable «¿Por qué no te callas?» a un presidente elegido y refrendado repetidamente por su pueblo en las urnas aprovechan ahora que Chávez está prostrado en una cama de un hospital de La Habana para actuar como carroñeros para defender los intereses de los dueños de los medios en los que escriben (petroleras, empresas de telecomunicación, grandes bancos, ...).

Pretenden dar lecciones de democracia desde su poltrona eurocentrista, pero parece que olvidan una cosa. En una democracia lo importante es conseguir el apoyo del pueblo. Lo de menos es cómo se escenifica la toma del poder que se ha conseguido en las urnas. Importa poco si Chávez tiene que jurar hoy ante la Asamblea Nacional o puede hacerlo dentro de unos pocos días, cuando se recupere, ante el Tribunal Supremo. Ni un cáncer ni una quimioterapia pueden sustituir a la voluntad popular expresada en las urnas. Si no jura hoy el cargo, Chávez será sustituido interinamente. Por Nicolás Maduro o por Diosdado Cabello. Eso es lo de menos. Lo verdaderamente importante es que Chávez ha conseguido que el proyecto bolivariano eche raíces en el pueblo venezolano y del resto del continente latinoamericano.

Lo conseguido en este tiempo no puede perderse por una formalidad legalista a la que se agarran como un clavo ardiendo los que no pueden soportar la voz del pueblo. La oposición derechista que ha sido incapaz de frenar a Chávez en las urnas ni con golpes de Estado y los jerifaltes de la Iglesia Católica que parecen conocer mejor la Constitución Bolivariana que la presidenta del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela están actuando como verdaderos carroñeros.

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