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Raimundo Fitero

GALA

 

La otra noche en «El Intermedio» apareció Antonio Gala entrevistado por Thais Villas. Se trata de un personaje mediático, de un gran entretenedor. Sin la televisión probablemente no hubiera vendido tantos libros, ni hubiera tenido tantos éxitos en los escenarios. Como entrevistado, como material televisivo, del espectáculo audiovisual, es impagable. Todavía se recuerdan unas entregas cuerpo a cuerpo o cara a cara entre él y Jesús Quintero ese magnífico Loco de la Colina que nos enseñó a tantos perros verdes y a tantos individuos singulares en sus entrevistas líquidas.

En esta ocasión el pulso lo tenía ganado el entrevistado, ya que la periodista catalana no se caracteriza por ser aseverativa, sino por justo lo contrario, por ponerse siempre en una actitud de amiguismo que en ocasiones se muestra demasiado falso y hasta empalagoso, de estar a favor del personaje, de ponerle las bolas como Jesús Hermida al suegro de Urdangarin, para que con un simple impulso casual haga la carambola. En todos los casos, este maravilloso domador de palabras, el máximo exponente del floripondio literario, es capaz de crear un mundo de dobles o triples sentidos que lo convierten en un excelente monologuista a base de incitaciones externas, de preguntas. Da lo mismo lo que se le pregunte porque Antonio Gala acabará mostrándose en su plenitud dicharachera, de dar muestras fehacientes y constantes en cada segundo televisivo de su rapidez mental, de la creación automática de frases que parecen ir saliendo espontáneamente, pero que forman parte de un gran álbum de lugares comunes, de ocurrencias elevadas a estancias literarias de segunda categoría que convierten sus curiosidades y maldades refractarias en una flor de papel, pero que la vende como si oliera radiante.

Antonio Gala es un provecto señor que aparece en televisión con una figura inmortal, casi juvenil, que después de sus depresiones y trances médicos aparece para transmitir un mensaje optimista, un buen rollo increíble, un sentido del humor impagable, y que sigue siendo un magnífico comunicador televisivo. En el fondo, lo admiramos. Aunque lo encontremos en demasiadas ocasiones excesivo en sus arrogancias y poses.