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Mikel INSAUSTI I Crítico cinematográfico

El otro Bollywood

 

Pasan los años y Bollywood sigue siendo el desconocido gigante del cine, y de poco sirve que sean los mayores productores del mundo en cantidad de películas por año. Es un mercado de consumo interno, sin apenas incidencia en las pantallas occidentales. Como muestra sirva el ejemplo de «Solo se vive una vez», de la que tanto se habló durante su rodaje sanferminero en Iruñea, pero que todavía no se ha estrenado en nuestras salas a pesar de ocupar el número uno en la taquilla del país asiático.

Estoy convencido de que la industria fílmica tiene su último reducto en India, ya que allí todavía persiste el cine ambulante que recorre las pequeñas aldeas a donde no llegan la televisión por cable o internet. Pero es que además existen mercadillos callejeros del celuloide, en los que se pueden encontrar latas de películas desechadas por las distribuidoras.

Todo ese material en 35 milímetros que anda circulando da lugar a formas de vivir el cine que no se dan en ninguna otra parte del mundo. Existen exhibicionistas alternativos que programan sus propias películas por una rupia, poniéndolas así al alcance de la población marginal de grandes urbes como Calcuta.

Lo curioso del caso es que esos espectadores pobres ven creaciones únicas que no están al alcance de nadie más. Sucede esto debido a que el proyeccionista hace sus particulares montajes con los trozos de película comprados en la calle. Su método consiste en unir al azar un número de baile con un diálogo, seguidos de una escena de acción y el romántico final feliz. Pega los trozos con celo corriente y el resultado del experimento es todo un éxito a nivel popular.

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