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Solo hay un cálculo real: la presión social es eficaz

Es posible que, a las pocas horas de una movilización tan abrumadora como la de ayer, el análisis no sea el género más adecuado para relatar lo ocurrido en Bilbo. Los sentimientos se agolpan, las sensaciones son tan importantes o más que los datos, las vivencias ilustran lo ocurrido como nada más lo puede hacer. Pero es necesario contextualizar una vez más la manifestación en defensa de los derechos de los presos políticos para entender qué ocurre y por qué en nuestro país. También para proyectar qué es lo que puede ocurrir en adelante, cómo actuar para hacer efectiva la demanda de que se respeten todos los derechos.

La movilización del año pasado resultó histórica sobre todo por la multitud que reunió, superando toda expectativa y convirtiéndola en una de las mayores manifestaciones de la historia reciente de Euskal Herria. No obstante, los condicionantes de aquella movilización eran algo distintos de los de ayer. Para empezar, porque tan solo hacía unas semanas que había tenido lugar la Conferencia de Aiete y el anuncio de ETA. En general, se puede decir que el ambiente era positivo, optimista, ilusionante. Todo ello hizo que muchas personas que no solían asistir a esta cita considerasen que había llegado la hora de implicarse en una demanda que, si bien compartían desde antaño, nunca habían hecho propia de manera tan activa. El resultado: 110.000 personas colapsaron Bilbo por los derechos de los presos y, por ende, en favor de la vía emprendida en Aiete.

Un año después, cabía albergar dudas sobre la respuesta que daría la ciudadanía, no porque la demanda haya perdido fuerza o no se haya, incluso, abierto a sectores que antes no la defendían tan abiertamente, sino simplemente porque el estado de ánimo actual es bien diferente. La postura beligerante y cruel del Gobierno del PP ha generado cierta frustración en la sociedad vasca. Y es precisamente frustración lo que pretenden generar. La motivación del PP es evidente -bloquear el proceso político-, y en ese camino se apoya en quienes no quieren arriesgar a cambiar de escenario, dada su posición hegemónica -o simplemente, más cómoda- en el anterior estadio.

Sin embargo, la manifestación de ayer fue tan masiva o más que la del año pasado, para empezar por la labor tenaz y proactiva realizada por los convocantes. Asimismo, ha quedado claro que la conciencia de que ceder en este tema es ceder en el futuro del país está socialmente muy extendida. A esa conciencia se le sumó ayer mucha ilusión y esperanza.

Errores de cálculo y opciones de futuro

La postura del PNV durante la última semana es realmente decepcionante. Poniéndose empático, es posible comprender que como partido no apoyase la movilización, entre otras cosas porque no es un terreno en el que se sienta cómodo (aunque es de suponer que tampoco se sentía cómodo cuando asistía a manifestaciones de signo «opuesto» en las que se insultaba a sus dirigentes y a su ideología; y sin embargo asistían e incluso las convocaban). Lo que no resulta de ningún modo aceptable es la seudocampaña que ha lanzado para diezmarla, llegando incluso a criminalizar a sus convocantes. Visto lo visto, lo único que ha conseguido ha sido una polémica estéril y facilitar que dentro de un PSE en el que el debate en torno a estos temas es evidente se impongan las posturas más inmovilistas.

Atendiendo a sus argumentos, la discreción es importante, sin duda, pero eso no ha hecho cambiar, por ejemplo, la postura del propio PNV. Herrira se ha reunido con sus dirigentes y les ha trasladado, discretamente, la importancia de que asistieran o, al menos, de que no se opusieran a una manifestación de la que dicen compartir objetivos (y medios, cabe suponer). No lo han hecho y han errado en el cálculo: la manifestación ha sido aún mayor. Además, le han dado la clave de su debilidad a sus adversarios o a quienes, desde dentro del partido, consideran que los jeltzales deben anteponer las prioridades del país a las necesidades de su aparato: el PNV solo se moverá si su postura se convierte en insostenible socialmente. Es decir, su voluntad de hegemonía es tal que adaptará su postura a aquella que considere socialmente central. Ya ha ocurrido anteriormente en otros temas, tanto sociales como nacionales.

Volviendo a sus argumentos, cuando el PNV dice que en este tema actuará con discreción, sugiere que intentará negociar con el PP. Pero aun suponiendo que los mandatarios españoles tuviesen un deseo fortuito de hacerlo, eso no les impide ser públicamente despiadados, lo que hace más difícil entender porque el PNV no se muestra públicamente cabal y defiende los derechos de los presos sin ambages ni excusas. Además, vistos los apoyos recibidos desde Catalunya, Galiza y el resto del Estado, su postura roza el ridículo.

El PNV ha demostrado de nuevo que prefiere mandar a liderar. Su participación en la manifestación le hubiese reportado una posición más sólida, tanto ante su base social y la sociedad vasca como ante Madrid. Si tomó esta decisión por un cálculo, es lógico demandarle que la corrija, dado que es evidente que su cálculo estaba totalmente equivocado. También porque, pese al éxito total de la manifestación de ayer, aún queda mucho trabajo por hacer y debe ser un trabajo en común. Discreto y público, institucional y social, humano e ideológico... pero siempre en positivo, sin falsas dicotomías y con el espíritu de liderazgo que requieren el momento y el país.

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