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Fallece Nagisa Oshima, uno de los directores más audaces y notables del cine japonés

El cineasta japonés Nagisa Oshima, autor de títulos como «El imperio de los sentidos», y a quien Zinemaldia dedicará un ciclo en setiembre, falleció ayer a los 80 años en un hospital de Kanagawa.

GARA | DONOSTIA

Cuando el director del Festival de Cine de Donostia, José Luis Rebordinos, anunció hace algunos meses que el certamen dedicaría a Nagisa Oshima una completa retrospectiva en su edición de este año, ya adelantó que el cineasta tenía una «salud delicada» y que no era previsible que pudiera estar en persona en la capital guipuzcoana. Según trascendió ayer, la causa de su fallecimiento fue una neumonía.

Nagisa Oshima (Okayama, 1932) era uno de los más notables cineastas del cine japonés. Audaz, crítico y polémico, está considerado uno de los nombres emblemáticos de la nuberu bagu o «nueva ola» y uno de los nombres de mayor proyección internacional que ha tenido el cine nipón.

Procedente de una familia de inclinación socialista, estudió Derecho e ingresó como aprendiz en la productora Shochiku, donde hizo una rápida escalada que en pocos años le permitió rodar su primer largo, «Ciudad de Amor y Esperanza» (1959), donde ya mostraba su interés por los seres que habían dejado atrás el milagro económico japonés. En los meses posteriores rodó títulos como «Cruel historia de juventud» (1960), que le valió un premio a la dirección novel, y «Noche y niebla en Japón» (1960), un largo cargado de contenido político que fue censurado por la productora.

Desencantado, tomó la decisión de crear su propio estudio, Sozosha, junto con la actriz Akiko Koyama, con la que se casó en 1960. El proyecto terminó en fracaso comercial y Oshima se vio obligado a trabajar para la televisión entre 1962 y 1964. Retornó a la gran pantalla y muy pronto se definió como el más revolucionario de los realizadores japoneses de la posguerra, con un claro rechazo a las tradiciones niponas de autores como Yasujiro Ozu o Akira Kurosawa, de patrones más clásicos influenciados por la escuela de John Ford.

Su visión dejaba traslucir un profundo espíritu crítico hacia la sociedad y política de su tiempo, menos veneración a lo tradicional y más analítico con la cara oscura del milagro económico nipón. De la filmografía de Oshima en aquellos años destacan títulos como «Los placeres de la carne» (1965), «Los Ninjas» (1967), «Diario de un ladrón de Shinjuku» (1968), «El muchacho» (1969), o «Murió después de la guerra» (1970). En 1976 llegaría «El imperio de los sentidos», que le dio la fama internacional y cuyas imágenes sexuales hicieron que fuera censurada en su país, donde le valió un cargo judicial por obscenidad del que finalmente salió absuelto.

Con su otra versión sobre el tema, «El imperio de la pasión» (1978), se alzó como mejor director en Cannes. También obtuvo un importante éxito con «Feliz Navidad, Mr. Lawrence», protagonizada por David Bowie, y junto al habitual colaborador de Luis Buñuel, el guionista francés Jean-Claude Carrière, escribió «Max, amor mío» (1986), una extraña historia de amor entre una mujer y un chimpancé interpretada por Charlotte Rampling y que también causó bastante polémica.

En 1996 sufrió un derrame cerebral que le obligó a una larga rehabilitación, aunque volvió a ponerse detrás de la cámara en 1999 para rodar la que sería su última película, «Taboo» («Gohatto»), sobre las ambiguas relaciones entre los miembros de una milicia de samuráis ambientada en 1865.

Un revolucionario con piel de cineasta

Para Jean-François Rauger, crítico cinematográfico y director de programación de la Cinemateca francesa, Oshima era «un cineasta de una gran importancia histórica, uno de los grandes de la Nouvelle Vague japonesa, que era más radical y política de la que hemos conocido en Francia. Junto a Imamura y Yoshida formó parte del grupo de cineastas que luchó contra el sistema de los estudios y que llegó a liberar al cine de la industria para inventar un cinema de autor radical y politizado. `Noche y niebla en Japón' (1960) fue entendido en su época como un filme no solo revolucionario en la forma, sino también claramente antiimperialista en el fondo». A.E.

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