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Xabier Silveira Bertsolari

Celula de parados

Así, comienza a tirar de agenda y de carpetas llenas de papeles desordenados que guarda de sus miles de rutas y viajes realizados en tiempos de bonanza

Tengo un amigo el cual siempre dijo que viviría para ver el final del conflicto que nos enfrentaba a España y Francia. Ahora, me decía antes de ayer, «a falta de enfrentamiento, supongo que ya lo habré visto». Es cierto que imaginaba ese final en forma de independencia y socialismo y no en la forma en la que se ha dado, siempre según sus palabras, «en obligada rendición y cinismo de un país incapaz de ser dueño de sí mismo». Rebajadas las exigencias de la contienda no ya a la segregación, ni siquiera a la amnistía, sino a la repatriación de los prisioneros de guerra, aceptémoslo, me dijo: somos más españoles que nunca. De ahí que, haciéndole caso, tome yo hoy como sujeto de reflexión al conjunto de pueblos a punto de desaparecer que se denomina España.

Si alguien tiene tiempo para dedicarse en exclusiva a algo que no le reporte nada, si alguien puede ser obsesivo con algo que no necesita para nada, ese soy yo. Un par de cursos de guión para teleseries con unos de los mejores guionistas me parece suficiente conocimiento adquirido para saber qué y cómo no se ha de hacer. Y ando dándole vueltas a una historia que bien podría darse en lo ancho y largo de la geografía peninsular: Célula de parados.

Un aburrido y arruinado camionero, piloto de rallys en su tiempo libre, liberado al fin de la contaminación acústica que le suponía toda emisora de radio, se pone a pensar. ¿Milagro? No, necesidad. Pero no necesidad económica, no, necesidad de venganza. Convencido de no ser el único que es corroído por sus entrañas ante la pasividad con la que el pueblo acepta que sus gobernantes le meen al ojo, decide juntar a un equipo con la capacidad suficiente como para hacer lo único que el cree que se debe hacer: matarlos uno a uno.

Así, comienza a tirar de agenda y de carpetas llenas de papeles desordenados que guarda de sus miles de rutas y viajes realizados en tiempos de bonanza. La hija del ya fallecido fundador de una empresa vasca de armas y experta tiradora que disconforme hasta ahora con la utilidad que su padre quiso dar al hierro fundido optó por dedicarse al tiro deportivo, fue la primero en unirse a él.

Pero no todo es disparar y darse a la fuga, hay que saber dónde encontrar a quien se quiere matar. Y eso, por muy en secreto que se quiera mantener, un hacker lo puede saber. La jefa de informáticos de SHARP, despedida tras el famoso ERE del hijo de Pujol, serviría de sobra. Un cerrajero despedido en Murcia por negarse a colaborar en los desahucios ayudaría a la hora de colarse donde hiciera falta. Aunque lo más propicio para cazar hijosdeputa es la mar en verano. El rey de las planeadoras, al que conoció en el mercado de Sanlucar de Barrameda, sería el quinto componente del comando. Y el pasado oculto de cada uno, recurrente secreto hasta darse el caso, conformarían el letal cóctel para los listos con corbata que nuestro camionero decidió ajusticiar uno a uno. Pum, pum. Uno a uno.

Es solo una idea. La pena es que se me haya ocurrido a mí y que sea para hacer una serie de ficción.

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