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Las elecciones regionales de Baja Sajonia marcan las pautas de los partidos

El futuro político de la canciller Angela Merkel depende en cierta manera de las elecciones regionales que se celebrarán mañana en Baja Sajonia. Algunos observadores auguran el ocaso de su bipartito a nivel nacional si pierde el poder en Hannover. El resultado decidirá también el destino del vicecanciller, el liberal Philip Rösler, y el rumbo del partido socialista Die Linke.

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Ingo NIEBEL | COLONIA

La cuestión es quién ganará las elecciones generales en Alemania el 22 de setiembre. A los medios de comunicación les gustaría dar ya una respuesta y, por eso, aseguran que la encontrarán en los comicios regionales de Baja Sajonia, porque hasta el 22S no habrá otra cita electoral que sirva de prueba. Pero en más de una ocasión los augurios y los deseos de la prensa no corresponden con las decisiones del electorado, por eso hay que esperar a lo que depare el futuro.

Lo único cierto es que, por ahora, las encuestas pronostican un empate técnico en votos entre el bipartito regional que lidera el democristiano David McAllister y su alternativa política, formada por el Partido Socialdemócrata y los Verdes. De la decisión de los votantes depende también el futuro del vicecanciller y ministro de Economía, Philipp Rösler, como presidente del Partido Liberal Democrático (FDP), y el rumbo político del partido socialista Die Linke. Ambos partidos coinciden, según las encuestas, en las dificultades que tendrán para superar el límite del 5% para regresar al hemiciclo de Hannover.

No hay duda de que la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de McAllister seguirá siendo el partido más votado de este land. La cuestión es si podrá seguir en el poder o no. El ministro-presidente, hijo de un soldado escocés y de madre alemana, podrá repetir en el cargo si su socio liberal regresa al Parlamento. En caso contrario, su permanencia en el cargo dependerá de si el SPD y los Verdes tengan suficientes escaños como para formar su propio Ejecutivo. En caso de que la oposición logre este objetivo, Angela Merkel perdería el control de la Cámara Alta del Parlamento, el Bundesrat, que representa a los 16 estados federales.

Pero el SPD tiene varios problemas para lograrlo, siendo el mayor de ellos su candidato a canciller. Peer Steinbrück levantó ampollas cuando afirmó que el sueldo de la canciller -unos 200.000 euros anuales- le parecía escaso. Él mismo ganó más de un millón de euros tras dejar el Gobierno en 2009. Después de sus desafortunadas declaraciones, los medios le consideraron «el mejor hombre de Merkel» y difundieron voces de socialdemócratas anónimos que piensan en cambiar al candidato. Para colmo, una histórica socialdemócrata de Baja Sajonia acaba de pasarse a las filas del Linke tras perder la batalla para ser candidata para el Bundestag contra Doris Schröder-Köpf, esposa del excanciller Gerhard Schröder.

El SPD tampoco ha podido sacar provecho del hecho de que el antecesor de McAllister, Christian Wulff, fuese investigado por los regalos que recibió de sus amigos empresarios siendo ministro-presidente.

Hace un año, Wulff dimitió como presidente de la República por este escándalo con tintes de nepotismo. Después de perder, primero, el prestigio y, después, el cargo, le ha llegado la ruptura de su matrimonio. El pasado fin de semana, la Fiscalía anunció que no tendrá pruebas suficientes para acusar a Wulff de algún delito.

Pero más perjudica al SPD que dos de sus ministro-presidentes, el de Brandenburgo, Matthias Platzeck, y el alcalde-gobernador de Berlín, Klaus Wowereit, sean responsables del desastre en el que se ha convertido la construcción del aeropuerto internacional de Berlín, cuya inauguración se ha aplazado sine die.

Fracaso del FDL

Lo único que en este momento le puede ayudar al SPD es que el FDP fracase en Hannover porque entonces la suerte de Rösler como líder del partido y vicecanciller, y tal vez también como ministro de Merkel, estaría echada.

No obstante, el retorno de socialdemócratas y ecologistas al poder depende también del Die Linke. No quieren ninguna coalición con los socialistas, por eso desean que no regrese al Parlamento. Para evitarlo, el Linke ha pedido a su diputada federal Sahra Wagenknecht que intervenga en la campaña electoral aunque su circunscripción electoral sea otra.

En los últimos meses, la exrepresentante de la denominada «plataforma comunista» ha estado muy presente en los medios de comunicación al inclinarse por las ideas del canciller liberal Ludwig Erhard, padre del «milagro económico» de la posguerra.

Pese a ello, Wagenknecht representa, junto a su compañero sentimental, Oskar Lafontaine, el ala «izquierdista» del Die Linke. Desde Baja Sajonia, lucha por erigirse en heredera de Lafontaine al frente al partido contra su rival interna, la actual copresidente Katja Kipping, respaldada por Gregor Gysi, un declarado adversario de Lafontaine desde hace un año.

En el caso de que el Die Linke logre volver al hemiciclo ambos sectores enfrentados deberán buscar el consenso para seguir adelante. Una debacle conllevaría el riesgo de que se reabra la lucha fratricida que en 2009-10 sumió al partido en su peor crisis. Tanto Kipping como Wagenknecht están dispuestas a formar un tripartito en Baja Sajonia y en Berlín, para desbancar a la CDU y a Merkel del poder.

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