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FESTIVAL DE CINE INDEPENDIENTE DE SUNDANCE

Sueños, realidades y esperanzas indies

Y con este van treinta. Tres décadas cumple la que ha acabado convirtiéndose en la cita con el cine independiente por excelencia. Con unos orígenes convulsos y un futuro incierto, Sundance intenta aparcar sus dudas para paladear mejor la conquista de las cimas que tanto le ha costado alcanzar.

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VICTOR ESQUIROL

Cuenta la leyenda que el Festival de Sundance nació del vuelo de un águila. Treinta años atrás, Robert Redford, asqueado por las exigencias tiránicas y el frenético ritmo de producción de la industria hollywoodiense, se retiró unos cuantos días, junto a unos amigos suyos, a su querida y tranquila finca en el estado de Utah, más concretamente en un remoto y semidesconocido pueblo llamado Park City. Lejos de cualquier teléfono; lejos de las autopistas congestionadas de Los Ángeles; lejos de la asquerosa capa de contaminación que recorría -y recorre- todo el litoral californiano... A pocos kilómetros de Salt Lake City, una de las estrellas más brillantes del firmamento fílmico encontró la paz que tanto ansiaba. Una vez alcanzado ese particular nirvana, vino la iluminación.

¿Y si, en aquel entorno idílico, ajeno a la alargadísima sombra de las colinas de Mulholland Drive, fuera posible concebir un refugio para todos aquellos talentos que difícilmente podían prosperar bajo el yugo de unas reglas de juego demasiado hostiles para con la creatividad más independiente? ¿Y si la posibilidad de este paraíso para las manifestaciones más personales en el séptimo arte estuviera mucho más cerca de realizarse de lo que dictaba el sentido común? ¿Y si solo hiciera falta la firme y romántica determinación de un líder con la suficiente clarividencia y talante? Al cabo de unos días, la decisión estaba tomada. Redford, cuya carrera por aquel entonces había sido bendecida por la llegada del forajido Sundance Kid, llamó a reunión una vez más a sus camaradas, compartió con ellos su visión y, acto seguido, tras un grácil gesto con el brazo, dio por culminada la sesión contemplando cómo una de sus queridas aves rapaces (al igual que una nueva manera de hacer cine) extendía las alas y empezaba a volar.

Amor/Odio

Poesía y Robert Redford en estado puro. Y en un mismo pack. A partir de ahí, tres décadas de puro infarto sin las cuales no puede entenderse la oficialización, después la consolidación y posteriormente la mutación de lo que hoy entendemos por indie en el séptimo arte. Se han escrito decenas de libros al respecto, pero todo podría resumirse con que ahora mismo, el faro mundial del cine independiente obviamente jamás hubiera existido sin su creador, pero al mismo tiempo ha llegado a ser lo que actualmente es muy a pesar de todas las trabas que le ha ido poniendo, a lo largo de su breve pero intensa historia, su mismísimo creador. Como el enfermizo vínculo que unía a la criatura Gollum con el Anillo Único, la relación entre Redford y su invento/capricho solo puede analizarse desde el amor y el odio; desde la tiranía y el buen gobierno; desde la negligencia y la sobreprotección.

Una prácticamente idéntica dicotomía se da en el recorrido por esa tambaleante montaña rusa que ha sido siempre la historia del indie. Esencialmente, la misma que se da cada vez que un terreno fértil, virgen e inexplorado, es descubierto. No pasa demasiado tiempo hasta que los soñadores se las ven con los materialistas en una cruenta batalla campal entre la defensa de ideales y la de los beneficios más tangibles. Más que trágico, es el devenir natural en el proceso de identificación de un nuevo concepto. Dicho de otra manera, Sundance es un reino construido tanto por las pájaras de, pongamos, Robert Redford, como por la codicia de, por ejemplo, Harvey y Bob Weinstein y las ilusiones de gente como Christine Vachon.

Hablando de la aclamada productora, durante la celebración del último Zinemaldia, en el que ejerció de presidenta del Jurado de la Sección Oficial a Competición, y preguntada sobre la materia, declaró, no con poca razón, que lo que hoy entendemos por indie no tiene absolutamente nada que ver con la definición que se tenía de él en las cruciales décadas de los 80 y 90. No había ni lamento ni ilusión en dichas declaraciones, sino más bien la fría constatación de una perogrullada: el mundo está continuamente sujeto a cambios. Unos avatares que tuvieron una mención especial durante la rueda de prensa de presentación de esta nueva edición del certamen. La versión oficial es que Sundance no teme el tener que adaptarse a nuevos escenarios, por esto aguarda el momento, y lo recibe con los brazos bien abiertos.

No es de extrañar, menos aun cuando este año, entre las finalistas más destacadas de los Óscar se encuentra la orgullosísima última gema de la factoría Sundance: «Bestias del sur salvaje». El reconocimiento de la Academia al cine filmado fuera de la órbita de influencia de las majors («abdicación» que lleva aproximadamente una década manifestándose, de forma más o menos evidente) es otra pequeña, pero significativa, piedra integrante del mosaico que nos ayuda a entender mejor el embrollo en el que estamos a punto de aterrizar. Otra pieza tan o más relevante es, por supuesto, el cartel de esta treinta edición. Un rápido vistazo nos lleva a descubrir nombres (tanto de directores como de actores, como incluso de guionistas) capaces no solo de hacer manchar las sábanas a los más entendidos, sino también de atraer una atención mediática comparable a la que captan los mayores eventos cinematográficos de la temporada.

Ejemplos. Joseph Gordon-Levitt, el ya consolidadísimo «nuevo valor» del star-system, presenta «Don Jon's Addiction», revisión en clave moderna del mito de Don Juan, en la que escribe, dirige e interpreta muy bien acompañado por Scarlett Johansson y Julianne Moore. Por su parte, el maestro Park Chan-Wook decide probar suerte en suelo americano con la esperadísima y enigmática «Stoker», con guión de Wenworth Miller y protagonizada por Nicole Kidman y Mia Wasikowska. Richard Linklater hará que la impagable química entre Ethan Hawke y Julie Delpy resurja por tercera vez «Antes de la media noche». El prolífico Michael Winterbottom (una vez más con su actor fetiche Steve Coogan) tampoco falta a la cita y traerá su último trabajo, «The Look of Love», biopic sobre el magnate del porno Paul Raymond. Aunque para celebrities la de Steve Jobs, el filme dedicado a repasar su vida, titulado «jOBS» y protagonizado por Ashton Kutcher, será el encargado de cerrar el festival.

Casi nada. Y han quedado en la recámara otros talentos como el de Guy Pearce, Ellen Page, Michael Cera, Shia LaBeouf, Ed Harris, Daniel Radcliffe, Eduardo Noriega, Jane Campion, Naomi Watts... Nombres y apellidos por los que cualquier festival daría más de un codazo a la competencia. De hecho, Berlín ya ha llamado a filas a Linklater, Cannes probablemente volverá a completar -como ya viene haciendo en los últimos años- su parrilla de Un Certain Regard con alguna que otra joya de Sundance, y una vez más, la ahora autónoma Perlas de Zabaltegi a buen seguro removerá entre lo bueno y lo mejor de la cosecha de Park City.

Y para aquellos que se sientan incómodos ante tanto foco y alfombra roja, siempre quedará el consuelo de los más rabiosos iconos independientes del momento, como Shane Carruth, Alex Gibney, Michael Polish, Drake Doremus o la dupla de moda Zal Batmanglij & Brit Marling, aparte, claro está, de la siempre latente y estimulante esperanza -casi promesa- de ser el primero en descubrir al nuevo Sean Durkin, o al nuevo Ben Zeitlin, o al nuevo Jim Jarmusch, o al nuevo Steven Soderbergh, o al nuevo Tarantino, o a los nuevos hermanos Coen... cineastas con el mismo denominador común: pasearon sus primeros trabajos por las salas de Park City cuando no les conocía ni su madre.

EL FUNDADOR

Se comenta que Robert Redford, en otro de sus memorables ejercicios de esquizofrenia patriarcal, llegó tres horas tarde a la entrevista que debía conceder al propio equipo del festival. Pero se cansó a los cinco minutos y se evaporó.

de todos los rincones

Para contradecir con hechos las clásicas quejas concerniendo al ensimismamiento en la elección del programa, la organización proclama orgullosamente que este año van a verse trabajos provenientes de 32 países distintos.

frutos de la cantera

El programa puesto en marcha para el apoyo a los nuevos talentos sigue funcionando en el festival y, reflejo de ello, en esta edición se presentarán una ochentena de películas que provienen directamente del Instituto Sundance.

8.000

Park City, la sede de uno de los festivales más importantes de toda la temporada cinéfila, tiene una superficie que no llega a los 25000 km2 y una población que a lo largo del año jamás supera los 8000 habitantes. El colapso durante la celebración del certamen se repite año tras año.

Es país para novatos

A pesar de la abundancia de nombres más que consolidados en el panorama internacional, en este festival también habrá espacio y tiempo para descubrir a, nada más y nada menos que cincuenta nuevos directores.

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