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Jon Odriozola Periodista

El (mal) humor de «Tasio»

Para mí, el humor es agresión «nolens volens» en no importa qué registro o geometría variable. Siempre te ríes de alguien o algo, incluido tú. El humor es humano, demasiado humano

El hombre se diferencia del animal, además de en su habilidad para fabricar herramientas, en que es capaz de desarrollar un sexto sentido: el humor. Un concepto escurridizo, semoviente y relativo de tal modo que la doctrina no es pacífica y lo que hoy tiene gracia no la tuvo ayer, y aun menos en otras latitudes y culturas. Hay ejemplos recientes: dibujar a Mahoma con un misil en su turbante ofendió a la comunidad musulmana, que no admite que el profeta de Alá pueda ser representado. Ni imaginado. ¿Diremos que la Umma musulmana carece de sentido del humor? Que conteste la cátedra. Encuentro más irrisoria la imaginería iconódula del cristianismo rampante pintando rostros de un personaje -Jesucristo- que es harto improbable que existiera, siendo, para mí, más creíble, paradójicamente, la ficción de la película «La vida de Brian» de los Monthy Python.

Tenemos, pues, el humor como género y sus especies, lo cómico, lo humorístico, lo grotesco-carnavalesco (véase M. Bajtin y su «Rabelais») y sus variantes: el gag, el chiste, lo oral, lo visual, la viñeta, el humor absurdo, alógico, la «broma pesada», la «novatada», el crítico-político, el «verde», el «blanco», el «negro» y otros cromatismos. También el humor personificado de Charlot, Tati, Keaton, humor mudo, sonoro, radiofónico, en blanco y negro, humor inteligente, zafio y demás. Igual que las risas: buenas y malas, enlatadas y... epicenas (ese sujeto que se ríe por todo y no sabes por qué, o sea, una no-risa): no es igual reírte con Faemino y Cansado que con Arévalo, con Eugenio que con Los Morancos. Está la risa, la carcajada y la sonrisa con distintos niveles y «risoterapias» de intensidad dirigidos a diferentes públicos. Decididamente, es prolijo ponerse de acuerdo en esta vaina. Hay infinitas resmas escritas sobre ella desde Aristóteles hasta Freud, pasando por Bergson y Jardiel Poncela. O Alfonso Sastre y su «Ensayo general sobre lo cómico». Luego está, para acabar de enredar la cosa, el, vamos a decir, «humor local» y/o nacional: el inglés, el judío, el vasco, el irlandés, los chistes de había un alemán, un francés y un español y, no me olvido, los de Argiñano. O el «humor universal», basado en la «situación cómica»: esa costalada de alguien resbalando en una superficie (un humor «puro», «universal», cruel y sin emoción, como especifica Bergson).

Para mí, el humor es agresión nolens volens en no importa qué registro o geometría variable. Siempre te ríes de alguien o algo, incluido tú. El humor es humano, demasiado humano. Maestro del humor -sin proponérselo- fue Diógenes el Cínico cuando ante la definición del hombre por parte de Platón como «bípedo implume», Diógenes le arroja un gallo desplumado en el ágora: «he aquí el hombre de Platón». Te miras al espejo y ya hay agresión, en alguna forma. Drácula no era agresivo, no se reflejaba en los espejos y por eso carecía de sentido del humor. Tampoco leyó a Lacan.

Tasio (Javier Etayo, Duque de Sesma) agrede, y cómo, en su libro «Píldoras», pero nos defiende de la purria gobernante y de su maldita la gracia. Y mira que es buena gente. Tasio, digo.

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