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Raimundo Fitero

Métodos

 

Mirando los canales que abundan por el globo terráqueo, podríamos asegurar que además de las teletiendas que van de lo global a lo local, la constante en todos los puntos es la preponderancia de las ficciones norteamericanas, de Hollywood y sus industrias adláteres, tanto en formato de película como en series. Dándose la circunstancia de que empieza a ser una tendencia que se aposenta y aumenta el que en algunas series el talento artístico, la inversión económica, las claves de mercado son más acentuadas. Se ha abandonado la repulsa genérica a lo televisivo, aprovechando los nuevos receptores, con mejores condiciones de visualización y con tamaños que logran en la relación con el espacio en dónde se instalan muy provechoso para su visionado con calidades que compiten con los mejores cinematógrafos y que superan, en demasiadas ocasiones, a los multicines y salas de ingesta de palomitas de maíz.

Pero además de esta constatación, lo que parece otra constante que crece y se va por derroteros muy populares son los canales de cocina. Veinticuatro horas dedicadas a proporcionar a las audiencias recetas de todo el mundo, con métodos de cocina muy disímiles, que llaman la atención y que ya no están encabezados por grandes cocineros, sino por divulgadores, por gente con una empatía ganada a base de constancia y de técnicas del club de la comedia, que, además, proporcionan puntos de vista diferente de lo cocinado, con recetas que nos provocan una reacción compulsiva a ver las barbaridades que nos cuentan, cómo generalizan sobre todo sin ningún rigor.

Ya no estamos ante cocina de autor, ni de magisterio, ni siquiera esa capacidad de insuflar interés desde lo practico de Argiñano, ni de ese «made in Spain» que TVE nos ofrece de José Andrés, para su clientela gringa, que divulga recetas «regionales» con fórmulas muy rápidas y asumibles. Ahora se lleva proponer una cocina sencilla, global, que acabará, de seguir por estos derroteros populistas, imponiendo los precocinados. Falta de rigor a cambio de simplicidad, y si el que mira, prueba y acierta, se rompe el círculo iniciático para caer en el consumismo inmediato. Mucho ruido y pocas y malas nueces.