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Spike Lee critica duramente a Quentin Tarantino por su tratamiento de la esclavitud

La voz de Spike Lee se ha alzado contra la película «Django desencadenado», porque considera que el cine de acción violenta no es el vehículo adecuado para tratar con un mínimo de seriedad un problema histórico como el de la esclavitud en los EEUU durante el siglo XIX.

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Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

Los enfrentamientos dialécticos entre Spike Lee y Quentin Tarantino ya vienen de lejos, de cuando al cineasta afroamericano no le hizo ninguna gracia que el de Knoxville utilizase con una insistencia machacona y enfermiza el termino despectivo nigger en su película «Jackie Brown», cada vez que alguien se refería a las personas de raza negra.

Nada comparado con la indignación que siente ahora el autor de «Malcolm X», ya que en «Django desencadenado» sí que hay motivos sobrados para el enfado. Spike Lee se niega a ver la película, pero está bien informado respecto a su contenido. Básicamente considera que no se puede jugar con el dolor de sus antepasados, dentro de un entretenimiento en clave de western, que no duda en explotar los peores tópicos del melodrama sureño made in Hollywood.

En ese sentido la caracterización de Samuel L. Jackson como esclavo negrero diríase una provocación, ya que el maquillaje embetunado evidencia de forma grotesca justo lo que Spike Lee tanto denunció en su película «Bamboozled», sobre la figura del negro como elemento cómico, algo que viene desde los tiempos de los cartoons mudos. El mayordomo encarnado por Samuel L. Jackson, y al que el protagonista del título se refiere, también despectivamente, como «bola de nieve», forma parte de una visión de la esclavitud como escenario de supervivencia. Por ello, Tarantino remarca en todo momento los ataques internos entre esclavos, tan o más agresivos que los de los amos blancos.

Luchas de Mandingos

Si lo del descalificativo por parte del Django negro hacia el esclavo negrero parece lógico, dentro de una dinámica de cruce de insultos, llama la atención que su venganza contra los que maltrataron a su mujer en la plantación del amo blanco se cebe especialmente en dicho personaje de su misma raza, coincidiendo con el momento en que el detalle sangriento se vuelve más explícito.

Pero lo más duro de encajar son las luchas de mandingos, para las cuales se selecciona a los esclavos más fuertes, haciendo que estos peleen a muerte entre sí. Ni siquiera la secuencia donde la jauría de perros se come a un esclavo indefenso cobra la virulencia de esos combates fuera de toda regla o protección física.

Spike Lee tiene razón al criticar el tratamiento gratuito que Tarantino hace de la esclavitud, utilizando esa lacra histórica como mera justificación de una exhibición violenta que se alarga hasta las casi tres horas.

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