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Davos sitúa la recuperación en el segundo semestre, pero avisa que no es definitiva

La cumbre de Davos, organizada por el Foro Económico Mundial, cerró ayer su 43 edición con la convicción de que lo peor de la crisis ha pasado, y con el debate abierto sobre las reformas y las políticas monetarias que hay que adoptar para evitar una nueva recaída de la economía.

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GARA | GINEBRA

Las élites políticas y financieras coincidieron en que hay luz al final del túnel de la crisis que estalló en 2008, pero no se pusieron de acuerdo sobre cuál es la receta que garantizará que la tímida recuperación se consolidará y que no habrá más sustos.

El WEF planteó su reunión anual de cinco días en los Alpes desde el prisma de que había que abandonar el «modo crisis» y los invitados se esforzaron en ver el vaso medio lleno, pese a las previsiones que siguen apuntando que las economías de los países ricos seguirán planas, especialmente en el caso de la zona euro.

El más claro fue el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, que situó el horizonte de la recuperación de la estancada economía europea en la segunda mitad de este año.

Draghi afirmó que el año pasado fue el del relanzamiento de la moneda única europea y lo atribuyó a «los progresos extraordinarios de los Gobiernos en consolidación fiscal y a las reformas estructurales». El reto ahora es, dijo, «superar la fragmentación que todavía permanece» en los mercados financieros y en los mercados de capital.

Le secundó el ministro español de Economía, Luis De Guindos, que aseguró que «la economía española está en condiciones de volver a crecer en el segundo semestre de este año», en contra de las recientes previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Reformas estructurales

La cautela frente al optimismo vino de la mano de la canciller alemana, Angela Merkel, que insistió en la necesidad de las reformas estructurales para garantizar el saneamiento de las economías como base para el crecimiento futuro y de la creación de empleo.

«Debemos aplicar hoy reformas estructurales para que podamos vivir mejor mañana», dijo Merkel, que recordó que Alemania llegó a tener cinco millones de parados en 2003 y tuvo que adoptar medidas impopulares para una mayor flexibilidad y competitividad.

Al igual que lo hiciera la canciller alemana, el primer ministro británico, David Cameron, enarboló también la bandera de una nueva Unión Europea consciente de que el mundo ha cambiado y sigue cambiando.

En una esperada intervención, 24 horas después de comprometerse a celebrar una consulta sobre la permanencia británica en la UE si gana las elecciones de 2015, Cameron dijo que su iniciativa no supone dar la espalda a Europa, sino hacerla más fuerte.

El primer ministro consideró necesario lograr «un nuevo consenso para Europa, que está perdiendo la batalla de la competitividad y la innovación» y responder a la «insistente pregunta de cómo competimos con éxito en la carrera económica global en la que estamos».

Frente al mantra alemán de la austeridad y el control del déficit público, se volvieron a escuchar las voces que piden más flexibilidad en los plazos para las economías en dificultades y no descartan de plano una política monetaria más intervencionista.

repensar los plazos

Repensar los plazos fue defendido por gente tan diversa como la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, o el multimillonario George Soros, que un año más atacó con dureza las políticas del Gobierno alemán en estos últimos años.

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