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OBITUARIO | JAVIER HERNÁNDEZ

Un honesto promotor musical

Pablo CABEZA

AJavier Hernández se le conocía popularmente como Javi «Mondragón», sobrenombre que llevó por buena parte de las promotoras internacionales, con las que comenzó a codearse a primeros de la década de los ochenta, en especial peleando por los grupos más incitantes del momento, muchos de ellos orientados hacia el punk. No obstante, Javier Hernández no solo se decantó por el punk, sino que participó de todos los palos de la música.

Desde Bizz Producciones se ofrecieron en Euskal Herria los primeros conciertos de Dr. Feelgood o Wilko Johnson, con quien logró una buena amistad. La relación resulta ahora aún más especial, ya que Wilko ha dado a conocer que padece un cáncer de páncreas irreversible, que no tomará quimioterapia y que se despide de todos en una gira que persistirá hasta que no pueda más. Wilko estaba en la cartera de Javier para esta última gira del brillante guitarrista inglés.

En los ochenta sus propuestas alimentaron una de las salas más dinámicas de Euskal Herria, Hilargi en Lakuntza. Pocos aficionados a la música por aquellos años no habrán asistido a alguno de sus conciertos, desde Girlschool a Peter and the Test Tubes Babies.

Otra de las salas que contó con más aportaciones suyas fue Txitxarro, otro de los locales en la retina de los aficionados al rock. Todos sus conciertos tenían recuadro en el «Bat bi hiru...» de «Egin». Llamaba y decía: «Ponme un 2x2 en el «imparcial»», y servidor le diseñaba el anuncio semana tras semana.

También colaboró con la sala The End de Gasteiz, de programación más abierta que el resto gracias a la visión de José Ángel Fuentes. The End fue como una isla, siempre en la vanguardia, con programación muy especial. De su mano llegó a la sala Elliott Murphy, con el que Javier trabajó en muchas ocasiones. Cuando a Murphy le sonrió cierto éxito en Euskal Herria, otros promotores se aprovecharon de la semilla y el trabajo de base zurzido por Hernández.

Pasó una temporada en Salamanca, donde programó para diferentes instituciones. Dejado atrás el punk y el rock, el muchacho de Arrasate se inclinó más por el blues, especialmente, y el jazz, que por el rock.

Desde hace unos años vivía en un pequeño pueblo de Segovia, bien comunicado con Madrid. Pero ya había comprado casa en Arrasate para regresar a su pueblo.

El jueves 24, Javier Hernández se sintió indispuesto. Fue a urgencias en Segovia. Le dieron el alta sin más. Cogió el coche, como mil y mil veces ya había hecho antes, y tomó rumbo a Arrasate. Ya en casa, y después de cenar, volvió a sentirse mal. Trasladado al hospital, una embolia pulmonar lo fulminó.

De Javier solo puedo decir que pocos promotores han sido tan honestos y honrados como él, muy pocos. Además de tratar a los músicos con absoluta dignidad. Afable y tranquilo, solo hizo amigos en su corta, pero intensa vida. Será difícil olvidarte, amigo.

 

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