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Iñaki Urrestarazu Aizpurua Economista

Israel, bastión imperialista frente a Palestina

Los primeros pasos del proyecto sionista se plasman en el Congreso de Basilea (Suiza) en 1897. Ahí se decide crear un nuevo Estado. Gran Bretaña, que se hace con el control de Palestina tras el reparto del Imperio otomano entre Francia e Inglaterra en 1919, y dado su interés en el Canal de Suez, ruta estratégica hacia India, ofrece a los sionistas las tierras de Palestina. Primero potenciará los asentamientos judíos y luego la creación del Estado de Israel. En 1948, Israel recibe por decisión de la ONU el 54% del territorio, cuando los judíos solo poseen el 24% de las tierras y suponen el 31% de la población. Durante la guerra israelo-árabe que se produce a consecuencia de ello, en 1948-49, las fuerzas israelíes victoriosas expulsan de sus tierras a 750.000 palestinos que no podrán volver, quedándose Israel con el 78 % del territorio de Palestina. Esto es el Nakha (catástrofe).

El Estado de Israel y toda la parafernalia sionista están montados sobre construcciones ideológicas absolutamente falsas. Según los historiadores y antropólogos, el exilio del «pueblo judío» no existió. La población de Palestina ha permanecido básicamente la misma durante estos 2000 años. Los judíos instalados en Israel y procedentes de estados muy diversos no tienen ni la misma historia ni la misma lengua histórica ni la misma cultura; no tienen en común más que la religión. No existe pues un «pueblo judío» que haya surgido históricamente en Palestina.

A partir de su creación, la historia del Estado de Israel ha sido la de la colonización brutal y sangrienta de las tierras de Palestina y la expulsión continuada de palestinos hacia un exilio sin retorno, el estrangulamiento de su economía y sus condiciones de vida, obligados sus habitantes a vivir en un gigantesco campo de concentración incomunicado, aislado, vigilado y rodeado de muros y bajo la vejación de ser reducidos a ciudadanos de segunda. En la guerra de los seis días de 1967, Israel incrementará la ocupación de tierras palestinas. Y en la Guerra de Yom Kipur de 1973, otra derrota de los árabes frente a Israel, las cosas seguirán igual. Hasta hoy, las agresiones israelíes continúan y la resistencia palestina también.

La resistencia palestina tiene básicamente tres componentes: nacionalista, representado por Fatah; marxista, cuya expresión más significativa ha sido el Frente Democrático por la Liberación de Palestina (FPLP); y islamista, cuyo grupo más conocido es Hamás. Fatah fue fundado en Kuwait en 1959 por Yasser Arafat, como movimiento secular, revolucionario, autónomo y nacionalista. La OLP nació en mayo de 1964 como una coalición amplia de movimientos políticos y paramilitares. El objetivo declarado era la destrucción del Estado de Israel mediante la lucha armada y hacía una llamada al retorno de los refugiados palestinos y a la autodeterminación de los árabes palestinos. En 1974 adoptó la idea de fundar un solo Estado independiente para palestinos y judíos en todo el territorio de Palestina. En 1988 cambió de postura, y adoptó la solución de la convivencia de dos estados. Fatah se integra en la OLP en 1968 y Yasser Arafat es presidente desde 1969, hasta su muerte en 2004.

Jordania, Siria y Líbano han sido alternativamente las bases logísticas de la lucha armada. Esto ha traído como consecuencia bárbaras represalias de las fuerzas armadas israelíes sobre los países de acogida además de sobre los palestinos, fracturas internas en estos países, como la producida en la Primera Guerra Civil del Líbano (1975-90) y, a veces, las represalias de estos mismos países contra los palestinos para desembarazarse de su presencia: es el caso de la matanza del «Septiembre Negro» por tropas jordanas en 1970 o la masacre de miles de civiles palestinos realizada en Líbano por Falange con la colaboración israelí, en los campos de Sabra y Chatila.

Son momentos a destacar en el proceso de la lucha, como paradigmas de las luchas populares de resistencia, la Primera Intifada (1987-1993) y La Segunda Intifada de 2000. Los Acuerdos de Oslo de 1993 son la expresión de una falsa salida, que condiciona el período posterior, ya que se han descartado los elementos básicos: la ininterrumpida y creciente ocupación de las tierras palestinas de Cisjordania y Gaza y la consiguiente reducción del espacio de los palestinos; la prohibición de la vuelta de los exiliados palestinos de las diversas guerras, que suman ya, con los descendientes, los 5 millones, lo cual, frente a los 7 millones de habitantes judíos, crea pánico a Israel; y la eliminación de la situación de apartheid, a la que están reducidos los palestinos en todos los órdenes de la vida, lo cual plantea la igualdad real de todos los habitantes, religiones y regiones.

Hamás, nace en 1987, con la Primera Intifada, y se declara yihadista, nacionalista e islámica. Su objetivo es el establecimiento de un estado islámico en la región histórica de Palestina. Nace como respuesta a la necesidad de una revitalización del proceso palestino y en sintonía con las nuevas generaciones. Participa activamente en las luchas, se opone a los Acuerdos de Oslo y el peso que adquiere entre los palestinos -confirmado en las elecciones de 2006-, la convierte en objeto de una brutal represión, materializada en Gaza donde ejercen el poder, como en la operación «Plomo Fundido» de 2008-2009 y los recientes ataques sobre Gaza de noviembre 2012.

Hoy Palestina se encuentra en un gran impasse. La Autoridad Palestina gestionada por la OLP en Cisjordania y surgida de los Acuerdos de Oslo, es un fraude, y su función principal es la de policía al servicio de Israel. Hamas se encuentra rodeado de tiburones al servicio del Imperio, como son Qatar y el Egipto de los Hermanos Musulmanes, que le quieren llevar por la senda del aislamiento de los focos antiamericanos como son Irán, el Líbano de Hezbollah y Siria, lo cual nunca llevará a la emancipación de Palestina. Las perspectivas de unidad abiertas entre Hamas y la OLP tras el reconocimiento en la ONU de Palestina como Estado observador, son positivas...Y las elecciones de Israel, dada la composición de sus fuerzas, no llevarán más que a más de lo mismo.

Naturalmente serán los propios palestinos, quienes habrán de buscar sus salidas y soportar el proceso de su emancipación y las pautas para establecer otro tipo de relaciones en la Palestina histórica, entre árabes y judíos, bajo las fórmulas políticas que estimen más convenientes. Pero creo que existen una serie de claves, a nivel internacional, tremendamente condicionantes sobre todo lo que está pasando en Israel y Palestina. Una hace referencia a la necesaria pero prácticamente inexistente solidaridad árabe con los palestinos y el problema de Palestina. La insolidaridad árabe es directamente proporcional al control e influencia del imperialismo en los países árabes (especialmente en las monarquías del Golfo, Jordania, ahora por supuesto en Libia, y en parte en Egipto y Líbano) manifestada en la pérdida de su sentido de identidad árabe, en la «aceptación» de Israel como hecho consumado y en el desentendimiento de la cuestión palestina que en realidad les afecta a todos, pero que parece que solo afecta a los palestinos.

Y otra de las claves es el apoyo cuasi absoluto de EEUU -y de sus subordinados occidentales- al Estado de Israel, a cambio de que cumpla su papel de policía del petróleo, de «fontanero» de toda clase de «operaciones sucias» y de «capataz», en el Oriente Medio. Un apoyo que se traduce en financiación, aprovisionamiento de armas de todo tipo e impunidad y cobertura sin límites, desde todos los organismos internacionales y especialmente desde el Consejo de Seguridad de la ONU, haga Israel las barbaridades que haga. Son del orden de 66 Acuerdos del Consejo de Seguridad de la ONU no cumplidos, leyes internacionales quebrantadas, etc. pero no pasa nada. Por un solo Acuerdo, además fraudulento e interpretado abusivamente, arrasaron Libia. Acusa con todo el cinismo del mundo a Irán de que está queriendo fabricar armas atómicas, cuando ellos tienen los almacenes a rebosar, y la Agencia Internacional de la Energía Atómica, mira para otro lado. Y dónde están por otra parte toda esa serie de infames y abyectos personajes, tan proclives a creerse las mentiras vertidas sobre Libia o Siria, pero que no abren la boca ante las brutalidades y barbaridades de Israel, como Navi Pillay, Comisionada de DDHH de la ONU, el secretario de la ONU, Ban Ki-Moon, el fiscal general de la Corte Penal Internacional, Luis Moreno-Ocampo o los ministros de exteriores de Inglaterra y Francia...

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