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Anjel Ordóñez Periodista

Cordones que ahogan

El domingo se celebró San Blas. El de los cordones. Cuenta el Diccionario de los Santos que este mártir cristiano fue médico en Armenia allá por el siglo III, y se le atribuye el milagro de haber salvado a un niño de morir asfixiado tras haberse tragado el púber una espina de pescado que Blas extrajo luego con pericia. Por eso se le considera protector de las gargantas y por eso cada 3 de febrero se bendicen los cordones de colores que hay que llevar durante nueve días al cuello para luego quemarlos. No sé, no me hagan mucho caso, pero digo yo que, siendo médico, sacar una espina de la garganta de un niño no debería contar como milagro. Si acaso, como un buen trabajo y punto. Más tarde vendría lo de que caminó sobre las aguas de un lago en Capadocia para escapar de los romanos, pero parece que eso no está muy bien documentado. Total, que terminó torturado y decapitado. Ya saben, en casa del herrero...

Me imagino que tanto Urkullu como Ortuzar se habrán colgado al cuello un cordón de San Blas. O varios. Primero, porque cuadra con la tradición en JEL. Y segundo, para evitar que se le atraganten los pactos firmados con el PP para sacar adelante los presupuestos en Gasteiz, Bizkaia y, ahora, también en Araba. Aun a sabiendas de que el juego de la política lo soporta casi todo, y de que la memoria histórica lejana y reciente se evapora al calor del partidismo, aun así, resulta difícil justificar la postura de un PNV incomprensiblemente entregado a componendas con quienes manejan el poder a golpe de sobre y cohecho.

El Partido Popular parece herido de muerte por el Caso Bárcenas. Debería estarlo, porque no es lo mismo sospechar que la corrupción es una realidad, tener la absoluta certeza moral de que roban sin vergüenza, que ver el repugnante delito constatado en las primeras planas de la prensa mundial. Con todo lujo de detalles. Pero nadie dimitirá. Nunca lo hacen. En público negarán la mayor, y en privado invocarán la estabilidad del Estado como valor superior, sagrado. Después, resolverán el asunto en casa, a través de un proceso sucesorio más o menos cruento que, en mi opinión, está en el origen de todo este asunto. ¿Cuál será el costo electoral de la operación? Puede que ni siquiera les importe.

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