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La Copa en Gasteiz: días de adrenalina de tres ediciones sin la tiranía del Barça y el Real Madrid

La Copa llega a Gasteiz por cuarta ocasión tras las ediciones de 2000, 2002 y 2008. Estudiantes, Tau Baskonia y Joventut de Badalona reinarían respectivamente; el canto del cisne para madrileños y verdinegros, y la confirmación del doblete baskonista.

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Arnaitz GORRITI

La Copa es una experiencia en sí misma. La ciudad organizadora se vuelca con el torneo y las calles rebosan de colores originales, colores que hallan su hábitat natural en la cancha de juego. Gasteiz revivirá a partir del jueves su cuarta ocasión, unos «días de adrenalina» similares a los que vivió en los años 2000, 2002 y 2008; días que no ocultan el paso del tiempo y de que en estos 13 años muchas cosas han cambiado.

El Real Madrid de Pablo Laso parte como favorito en la edición de 2013, siempre y cuando pueda superar al Barcelona en su cruce de cuartos de final, y a partir de ahí, ya veremos. Otro tanto para un Barça que, a excepción de los «penúltimos» fogonazos de genio de Navarro -uno de ellos le valió para infligir a los de Pablo Laso su única derrota en la Liga ACB-, no pinta tan fiero como en otras ocasiones -la Copa del Bizkaia Arena de Barakaldo en 2010, sin ir más lejos, en la que arrasaron sin paliativos-. A diferencia de las tres últimas ediciones de Copa, no habrá una final futbolera, que no es poco.

De hecho, casualmente, ni merengues ni culés han logrado extender su tiranía a las tres citas coperas de Gasteiz, mientras que, Estudiantes y Joventut han levantado sus últimos trofeos en el antiguo local de subastas de ganado de Zurbano, y solo los azulgrana lograban disputar la finalísima, un partidazo convertido en un cara a cara entre Elmer Bennet y Sarunas Jasikevicius -aunque el MVP de la final fuera para Dejan Tomasevic- decidido por una canasta final de «Benito» y un triple a cara o cruz errado por «Saras», «punteado» hasta por un Ivanovic metido dos metros dentro del parqué. Gasteiz, zona libre de la tiranía futbolera... por ahora.

Era un equipo de patio de colegio

Uno nunca sabe cómo van a ser las cosas. Las previas al «torneo del KO» siempre hablan del principio de incertidumbre, de que a un partido cualquiera puede eliminar a cualquiera, y que lo llevado a cabo durante la primera mitad de la temporada regular de la Liga ACB no sirve de nada cuando el balón se lanza al aire. Quizá fue esa ausencia de certidumbres lo que ayudó al Estudiantes a levantar la Copa del año 2000, la primera que se jugaba en Zurbano.

«Cuando llega esa química especial uno se siente fuerte, está completamente protegido y metido en competición de una forma especial. Estas no son cuestiones puramente tácticas o técnicas, sino que entran en juego cuestiones de grupo, de colectivo, que considero muy importantes para que se pueda dar un paso más en la competición», declaraba Pepu Hernández -a la sazón técnico estudiantil- a este periódico hace tiempo. Los del Ramiro llegaban a Gasteiz en la cuarta plaza, pero nadie los daba como favoritos. Y ya que aquellos años no había cabezas de serie en los sorteos, los madrileños se impusieron a los terceros -Tau Baskonia-, los segundos -Caja San Fernando- y los primeros -Pamesa Valencia-, respectivamente, superando a todos por 10 o más puntos.

«Aquella Copa venía a confirmar el trabajo diario y la ilusión que todos teníamos», declaraba Carlos Jiménez en el DVD documental del Estudiantes. Un equipo que tenía a jugadores como Robles, Aísa o Gonzalo Martínez para dar refresco a los míticos Azofra, Vandiver -ex de Caja Bilbao- Chandler Thompson -«el jugador a quien darle el balón cuando nadie sabía qué hacer», según Pepu Hernández- o el propio Carlos Jiménez -que vería mermada su aportación ya que caería enfermo durante el torneo- saltaba todos los pronósticos, subiéndose a las barbas de todo el mundo, con Alfonso Reyes como MVP y Felipe Reyes como una de las más aclamadas revelaciones.

Sí, Felipe y Alfonso Reyes, tan «piropeados» después por Zurbano -y por la Demencia- cuando se vistieron de blanco merengue, recibieron el apoyo de la afición gasteiztarra aquel enero de 2000, sin importarles en exceso que barrieran a los entrenados por Julio Lamas. «Estudiantes es un equipo que, por lo general, siempre ha caído bien. Lo que ocurría era que había una química muy especial entre las aficiones de Madrid y Gasteiz no solo en la cancha, sino en las cafeterías y los bares de alrededor».

Dentro de la cancha, otro pequeño terremoto acaeció en el primer partido de cuartos de final: el Barcelona superaba al Real Madrid por 73-68. Aquel Real Madrid de Herreros, Djordjevic, Galilea, Iker Iturbe o Alberto Angulo se tomaría la venganza en la final liguera, pero en la Copa se verían superados por un imberbe espárrago con peinado de primera comunión: Pau Gasol se llamaba el muchacho, que con 19 años y figura escuálida, hizo saltar chispas a las libretas de los ojeadores de la NBA. Ni ellos, ni los 10.000 espectadores que abarrotaban el Araba Arena sabían quién era... aún.

El último trofeo para el anfitrión

A trancas y barrancas. La mitología del tiempo puede hacer pensar que aquel Tau Baskonia de Dusko Ivanovic, en el que jugaban Bennet, Corchiani, unos jóvenes Vidal, Scola y Nocioni, Oberto, el «cóndor» Sconochini arrasó en 2002. Pues no. El Joventut de Rafa Jofresa, Espil, Tanoka Beard, Maceo Baston -aún había dinero en la Penya- o... Alex Mumbrú puso contra las cuerdas al Baskonia, que se impuso por 74-72 con una canasta final de Scola, y el Unicaja campeaba 39-53, con un «Malatras» Gurovic imparable antes de que Bennet, Tomasevic y Scola arreglaran el desaguisado y se impusieran 83-72.

En la otra parte del cuadro, Estudiantes solo pudo seguir su sueño gasteiztarra superando al Real Madrid -con Zan Tabak en las filas merengues- gracias a otro primoroso duelo de los hermanos Reyes y Carlos Jiménez, pero poco pudieron hacer -88-68 al final- ante un Barcelona colosal al rebote -56 rechaces, 25 en ataque-, con el griego Rentzias, el alemán Okulaja y el lituano Karnisovas apagando la llama estudiantil, una llama en la que solo contribuía Felipe Reyes, mientras su equipo naufragaba con una horrible serie de 3 de 21 en triples.

Llegó la final, y en la final el base lituano Saras Jasikevicius sacó su lado depredador, con 28 puntos, y hasta malicioso -sus «accidentales choques» con los lanzadores de tiros libres crearon escuela, así como sus inacabables protestas a los árbitros-. Pero el Baskonia no se dejó arrebatar los rebotes, con Tomasevic, Nocioni y Scola cerrando su aro, mientras que Bennet repartía juego y anotaba cuando lo necesitaba su equipo.

«Me gusta jugarme los balones importantes cuando el partido está caliente. Si los meto bien y si no, no pasa nada. Esto es un juego», reconocía el bueno de «Benito». Y con empate a 83, se jugó un balón de esos «calientes»: una suspensión desde seis metros que, a tablero, ponía el 85-83 definitivo. «La verdad es que esa última canasta pudo ser un poco afortunada, pero las que entran tras tocar el tablero valen igual. Fue una Copa increíble y un año mágico para nosotros, donde conseguiríamos el doblete. Pero, ante todo este trofeo hay que dedicárselo a la afición que nos estuvo apoyando. Para Gasteiz era muy importante ganar esa Copa porque hacía tiempo que no la conseguían, y ver la alegría de los aficionados fue para mí una satisfacción inolvidable». Inolvidable para Bennet, y para todos los baskonistas.

A ritmo de rock'n roll

El Baskonia de Neven Spahija, Vidal, Splitter, McDonald, Rakocevic, Prigioni, Teletovic o Zoran Planinic sufrió ante Unicaja, y más que sufriría ante el Bilbao Basket de Txus Vidorreta que derrotaba al Barcelona en cuartos y provocaba la destitución de Dusko Ivanovic. Pero en la final, al adelantarse 28-16, con Mickeal secando a Rudy Fernández, parecía el preludio de otro éxito.

Pues no. Una técnica del de Rock Island despertó al Joventut. Dirigida por Aíto García Reneses y Sito Alonso desde el banquillo y que, de la mano de «R&R», Rudy Fernández y Ricky Rubio, había desarbolado al Pamesa Valencia de Fotis Katsikaris y superado al Real Madrid de Joan Plaza, Raül López, Mumbrú o Hervelle, además de Bullock o Charles Smith. En la finalísima, los verdinegros reaccionarían con una agresiva zona 2-3 en defensa, y el despertar del mejor Rudy, autor de 32 puntos, mientras que Ricky Rubio, aún con 17 años, era capaz de sentenciar el partido con dos tiros libres, superando los pitos de un Zurbano a reventar: un 80-82 que decepcionó a los locales y maravilló a todos los demás.

Quizá 2013 suponga el fin de esa «libertad» respecto a los futboleros, pero la memoria de lo vivido seguirá presente.

 

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