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Koldo CAMPOS | Escritor

Sueños e ilusiones

 

Uno tiene sueños e ilusiones. De los primeros me he pasado buena parte de mi vida hablando y escribiendo. De mis ilusiones casi nunca les cuento. Que cuál es la diferencia? ¿Qué como distinguir sueños de ilusiones?

Yo siempre he recurrido a los ojos. Me consta que hay quienes prefieren el oído, el tacto, también el gusto, como hay quienes optan por basarse en el olfato pero, en mi caso y entre todos los sentidos, les confieso que el de la vista es el que más me ayuda a diferenciar una ilusión de un sueño.

Para soñar cierro los ojos; para ilusionarme los abro... y cierro todos los demás sentidos. Hasta clausuro ese que algunos llaman común. Me quedo a solas con mis ojos sin que ningún otro sentido los perturbe.

Aún cuando con los años se van haciendo sabios, cierto que también viejos, o tal vez por ello, los ojos con frecuencia se engañan, se entretienen, se despistan, se quedan en la risa espontánea de un momento feliz, en el alborozo de un chispazo fugaz.

Los sueños, sin embargo, tienen siempre un largo recorrido y necesitan de todos los sentidos, hasta de los ojos cuando atinan a ver a través de la memoria y son capaces de escrutar, incluso, las ausencias.

Dicho de otro modo: Un sueño sería la república; una ilusión sería que un bendito elefante la emprendiera a trompadas con su cazador. Un sueño sería la democracia; una ilusión sería que, por fin, nos descubrieran los extraterrestres y aterrizaran sus naves entre nosotros. Un sueño sería la independencia; una ilusión sería que en un sobre, grande y libre, no quedara un impune céntimo que robarse.

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