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Crónica | Proceso de diálogo

El acercamiento entre Serbia y Kosovo no aleja el escepticismo

Los presidentes de Serbia y de Kosovo se reunieron ayer en la capital de la diplomacia europea con el objetivo de seguir avanzando en sus relaciones bilaterales. El histórico encuentro no aleja el escepticismo y la apatía de la población de ambas partes ante el diálogo.

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Pablo GONZALEZ Periodista

Bruselas acogió una nueva ronda de conversaciones entre Serbia y Kosovo destinadas a acercar posturas. En esta ocasión, y por primera vez desde que Pristina ya no se encuentra bajo control serbio, la cita la protagonizaron los presidentes de ambos países, Atifete Jahjaga, por Kosovo, y Tomislav Nikolic, por Serbia. El acto tuvo un carácter simbólico, ya que no se firmó ningún acuerdo nuevo. La principal finalidad del encuentro de ayer era avanzar en la creación de un clima de confianza mutua, ya que las dos comunidades siguen mirándose con recelo.

En las reuniones anteriores, celebradas en los últimos meses, participaron los primeros ministros kosovar y serbio. En ellas se firmaron varios acuerdos menores dirigidos principalmente al movimiento de personas y bienes. Sin embargo, no todo lo firmado se ha llegado a aplicar. Por ello y por la necesidad mutua de seguir acercándose a la Unión Europea, en esta ocasión se ha optado por reunir a los dos jefes de Estado.

La UE, a través de su alta representante de Política Exterior, Catherine Ashton, está haciendo un gran esfuerzo no solo por sentar en la misma mesa a serbios y albanokosovares, sino también para que éstos avancen en sus relaciones bilaterales. Estas prisas se deben a la necesidad europea de poner fin cuanto antes a su misión en la región (EULEX), ya que su mandato acaba en 2014 y debido a la grave crisis económica actual y a la negativa de varios países de la UE a reconocer la independencia de Kosovo, es poco probable que dicha misión vuelva a prorrogarse como ya sucedió en 2012.

Filtraciones provenientes del Ministerio kosovar de Asuntos Exteriores, hablan de que Ashton presentará por primera vez a los dos presidentes la idea en firme de un «acuerdo de comprensión» entre las dos partes. Este acuerdo será, en esencia, un tratado de normalización de las relaciones mutuas, e incluirá todos los acuerdos entre los dos primer ministros.

Escepticismo

Dejando a un lado a los políticos de más alto nivel, pocas son las personas de a pie que confían en que este proceso dé unos resultados positivos en breve. Los propios funcionarios desplegados para la misión europea sobre el terreno ven difícil que en el momento actual ninguna de las partes ceda lo suficiente para que sea posible algún acuerdo duradero que normalice la situación en la región.

El optimismo que despierta el diálogo en la comunidad internacional no se percibe igual entre la población de ambos lados. Desde el comienzo de este proceso, los problemas básicos de Kosovo no han mejorado de forma significativa. El mayor de ellos sigue siendo la desconfianza mutua entre las dos comunidades y ninguna urgencia europea puede eliminar eso.

Los serbios de Kosovo no se sienten seguros. De ahí nace su oposición a cualquier acuerdo que dé a Pristina el más mínimo poder sobre ellos. Belgrado necesita el diálogo con Pristina, ya que la normalización de las relaciones con Kosovo es el mayor obstáculo en el camino de Serbia hacia la UE. Al mismo tiempo que los líderes serbios se reúnen en Bruselas con sus homó- logos kosovares, animan a la minoría serbia de Kosovo a oponerse activamente a Pristina sobre el terreno. Los albanokosovares, por su parte, anhelan tanto o más que los serbios entrar en la UE. El desempleo en la región afecta a aproximadamente el 50% de la población. La opción de buscar trabajo en el exterior se ve dificultada por el hecho de que los albanokosovares son el único pueblo de los Balcanes que necesita visado para entrar en la UE. Sin embargo, también existe el miedo, muy extendido entre la población, de que estén siendo utilizados por Belgrado, con el beneplácito europeo, para entrar en la UE antes que Kosovo. Si esto sucediera, Kosovo podría quedarse en el estatus actual por tiempo indefinido, lo cual no haría más que agravar más la difícil situación de una región que se encuentra en el centro de los Balcanes.

 

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