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Alvaro Reizabal Abogado

Mileurista

El que no le ve el lado positivo a la crisis es porque es un cenizo. Y si no, que se lo pregunten a los milloneuristas de Génova. Ya lo dice la lideresa Esperanza Aguirre: las crisis son oportunidades para hacer cambios

Hay palabros que en poco tiempo dan un giro de 180 grados y cambian radicalmente de significado. Por ejemplo, oriundo, que es sinónimo de originario, nativo o autóctono de un lugar. Fulano es oriundo de Gernika, suele decirse. Pero resulta que hace unos cuantos años, muchos equipos de la autodenominada Liga de las Estrellas tenían tantos extranjeros en sus filas que los regidores del invento decidieron poner limites a esa contratación: tantos por club. Claro que, hecha la ley, hecha la trampa, porque la limitación no afectaba a aquellos que, aunque nacidos en Latinoamérica, eran descendientes de antepasados españoles, a quienes, por su supuesto origen se les llamó oriundos. Aquello fue un coladero y al poco tiempo todos los equipos se llenaron de jugadores de rasgos indios que juraban y perjuraban ser oriundos, es decir, de origen español, porque su abuelita había nacido en Celta de Vigo o su padre en Racing de Santander.

He dicho todos los equipos y no es verdad, los vascos no. ¡Qué tiempos aquellos en los que en el viejo Atotxa se cantaba el himno identitario: «de Euskadi somos, de Euskadi seremos y a los oriundos por culo daremos!». Así que oriundo pasó a significar lo contrario de originario o autóctono: extranjero, exótico, foráneo...

Algo así ha pasado con mileurista y, además, en un tiempo récord, si tenemos en cuenta que hace poco más de diez años que se introdujo el euro. Y es que en origen la palabreja era despectiva. El mileurista era un piernas, un pringao, normalmente joven y de buena formación académica, que se veía obligado a vender su fuerza de trabajo por un valor muy inferior al que realmente tenía. Los padres se llevaban un disgusto porque el niño o la niña se había liado con un o una mileurista que no tenía donde caerse muerto o muerta y auguraban a su cachorrillo o cachorrilla un futuro poco halagüeño, al menos en lo económico.

La crisis, que está arrasando con todo, ha obrado el milagro: ahora mileurista significa, en primer lugar, que el sujeto en cuestión tiene un trabajo a jornada completa, con lo que ya es rara avis y, segundo, que cobra una pasta. Los padres que antes lloraban en la soledad del hogar la adversidad que conllevaba un amor ciego y mal entendido, proclaman ahora a los cuatro vientos, para quien lo quiera oír, que el niño o la niña está saliendo con un chico o chica que no tiene ni cuarenta años y ya es todo un mileurista. Así que, en menos de diez años, hasta es posible que alquilen un piso compartido con otras dos parejas y se vayan a vivir juntos.

No me digan que no es como para echar cohetes. Y es que la crisis está dando la vuelta al calcetín agujereado: el que no le ve el lado positivo es porque es un cenizo. Y si no, que se lo pregunten a los milloneuristas de Génova. Ya lo dice la lideresa Esperanza Aguirre: las crisis son oportunidades para hacer cambios. Por ejemplo, en la Presidencia, quitando al registrador y poniéndose ella. Y a ella, ¡que la registren!

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