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Raimundo Fitero

Renuncia

 

El Papa no dimite, renuncia a su cargo. El lenguaje vaticano es una selva de lianas metafóricas y melifluas concepciones de los adverbios que puedes acabar ahogado en su tupido laberinto. Benedicto XVI, cuando ya lo teníamos asumido y éramos capaces de olvidar su pasado como cardenal Ratzinger, acapara las primeras páginas, porque decide abandonar, ya que le faltan las fuerzas para seguir llevando el peso de la Iglesia Católica, tan llena de oropeles, catedrales y vicios cardenalicios convertidos en actos de evangelización nocturna.

No es costumbre vaticana la dimisión o renuncia. Se nos cuenta que el último que así lo hizo fue Gregorio XII en el año mil cuatrocientos quince, es decir que no forma parte de la tradición. Juan Pablo II fue mantenido en el cargo hasta su último suspiro, cuando era evidente que su salud y sus fuerzas flaqueaban de manera considerable y que la imagen del Papa polaco era patética y poco aleccionadora. Ahora su sucesor se quita de en medio antes de que se deteriore más su figura.

Serán sus exégetas los que nos harán un repaso de su papado. Un papado relativamente corto y que no sabríamos calificar más allá de lo superficial y de lo molesta que era su figura rijosa. Cuestiones personales, nada que tenga valor de uso ni de cambio. Aunque lo que ahora se inaugura es uno de esos periodos de intrigas vaticanas, en la que los hombres purpurados intentando captar adhesiones se dejarán ver y conspirarán para formar equipos, reunir intereses comunes para acceder a la máxima jerarquía.

¿Será el momento de un Papa africano? Los estrategas de palacio saben con exactitud qué es lo que interesa más en estos momentos para relanzar la cruzada emprendida, para recuperar el terreno perdido, para volver a convertir a todo lo vaticano en un producto de consumo y en un poder terrenal unido por los pasadizos secretos con todas las conexiones bancarias o políticas. El que venga, con todas las fuerzas posibles, deberá mantener el apostolado mediático, abrir nuevos mercados, renovar algunos de los conceptos. O justo lo contrario. El que renuncia ha marcado unas pautas de firmeza dogmática bastante reaccionarias. A esperar la fumata blanca.