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CRíTICA: «No»

La publicidad vende más que la propaganda política

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Mikel INSAUSTI

El mejor cine político actual es aquel que al analizar a fondo un conflicto nacional lo hace extrapolable a otras sociedades que también se debaten entre el pasado de las ideologías y el presente del capitalismo global. Lo que cuenta «No» sucedió en el Chile de 1.988, pero como quiera que el entonces depuesto Pinochet no murió hasta hace seis años, el asunto ha seguido coleando. De remarcar la plena vigencia de la campaña que entonces acabó con la dictadura militar se encarga Pablo Larrain, al recrearla con una inmediatez asombrosa mediante un tratamiento visual que armoniza a la perfección el material de archivo y el ficcional, como si fueran exactamente la misma cosa.

La única diferencia temporal se establece con respecto a los documentales en blanco y negro de los alemanes Heynowski y Scheumann, que fueron el paradigma del cine militante. Su mensaje revolucionario es descartado por los responsables de hacer fracasar el plebiscito organizado por el régimen, quienes, como publicistas que son, prefieren vender el voto negativo a la manera de cualquier marca de refresco. Su estrategia puramente comercial consistirá en dar al monosílabo de rechazo un fuerte eco coral y positivo, bajo el slogan «la alegría ya viene», cuyo mensaje esperanzador y unitario va acompañado de un logotipo del arcoiris que enmarca todos los colores representativos de las diferentes fuerzas opositoras.

Esto viene sucediendo en todas las democracias formales, y más aún en aquellas que han surgido de una transición o cambio pactado. Pablo Larrain da en la clave al poner como ejemplo a su propio país, donde la caída del dictador no supuso una verdadera transformación política, ya que el mismo neoliberalismo implantado por el general sobreviviría dentro del posterior sistema electoralista. La amarga conclusión a la que se llega después de ver la magistral película «No», es que para ganar votos conviene renunciar a las ideas propias y caer en discursos populistas, cual si se tratara de lobos disfrazados de corderos.

 

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