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NARRATIVA

Un poeta, filósofo y científico intempestivo

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Iñaki URDANIBIA

El libro resulta sorprendente por las teorías que en él se mantienen, teniendo en cuenta la época en que fue escrito, y por el atrevimiento que el autor mostraba al enfrentarse a las creencias de su tiempo, en lo religioso y en lo que hace a la explicación de la composición y funcionamiento del mundo, amén de por la condena de algunos espectáculos y enfrentamientos plenos de violencia que en aquellos tiempos eran moneda corriente; alabado por algunos escritores como Ovidio o Virgilio, luego tras la conversión del emperador Constantino y la oficialización del cristianismo como religión dominante, el escrito de Lucrecio fue desterrado del campo del saber y obviamente del de la edición. Los santos padres de la Iglesia no podían permitir el materialismo atomista del seguidor de Epicuro y los epígonos del Jardín; considerados como auténticos cerdos por su hedonismo. Sus postulados negaban cualquier creación por parte de un ser superior y defendían la existencia de átomos y vacío; los primeros se movían y llegaban por medio del azaroso clinamen lo que hacían que se diesen cruces y nuevos compuestos. El cuerpo y el alma desaparecen a la vez y no vive el uno sin el otro, la reivindicación del más puro inmanentismo y del más acá frente a las ilusiones del más allá, adelantándose a las explicaciones spinozistas, sobre la naturaleza, a las de Feuerbach en lo que hace al surgimiento de la religión como creación humana; no es dios el que crea al hombre sino éste el que crea a aquél, movidos por la debilidad, la impotencia, la ignorancia y el temor a la muerte y a los incontrolables fenómenos naturales, sin olvidar el élan vital (impulso vital) de Bergson y su «evolución creadora», y...

La cuidada edición bilingüe nos introduce en este pensamiento complejo, verdadera arma contra las falacias religiosas y sus explicaciones misteriosas e imposibles. Lucrecio pertrechado de la razón intenta explicar el mundo y lo hace con un verbo hermoso en el que se citan las más bellas metáforas y otras figuras literarias así como ocurrentes analogías que sirven además para orientar el modo de vida alejado de las falsas promesas, conscientes de los límites de la existencia y la manera de alcanzar la ataraxia en la vida individual al tiempo que en la de las relaciones. Un ateísmo militante, un materialismo no mecanicista, una ética como forma de vida hedonista, pero sin equivocar placer con desmadre y pasión desaforada.

Del autor poco se sabe y resulta significativo que sólo se conozcan algunas breves palabras de san Jerónimo que como no podía ser de otro modo lo ponía a caldo. Según la caritativa posición del santo, Lucrecio estaba loco de atar y había llegado a tal estado debido a la ingesta de un filtro amoroso administrado por una bruja; el libro, que-según el santo- reflejaba el estado mental del autor, lo escribió en sus escasos momentos de lucidez...¡vaya por dios! A Lucrecio podrían aplicársele las palabras que él dedicaba a su admirado Epicuro: «no le detuvieron ni las fábulas de los dioses, ni los rayos, ni el cielo con sus amenazante bramido, sino que aún más excitaron el ardor de su ánimo y su deseo de ser el primero en forzar los apretados cerrojos que guarnecen las puertas de la Naturaleza».

Diré por último para quienes se muestren temerosos ante tal tipo de lectura que nadie se arrepentirá, ni se perderá siguiendo a este maestro pues sus imaginativas palabras son claras como la luz del sol.

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