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Iñaki LEKUONA | Periodista

Viejos roqueros

Dicen de los viejos roqueros que nunca mueren. Tal es así que del rey del rock aseguran que sigue meneando eternamente sus caderas en algún lugar del planeta, lejos de la carga de la fama. Algo así ha decidido el papa Benedicto decimosexto, que tras ofrecer bolos a diestro y siniestro en esta última década ha optado por ceder las llaves de su Iglesia, la católica, cerrada dos mil años a cal y canto.

Pero no es el caso de otras altezas. Ahí tienen, verbigracia, al último monarca Borbón, que sin ningún reparo osó saludar en Gasteiz a un público que se mofaba de él al son del elefante que se balanceaba en una tela de araña. Como si la vergüenza ajena no formara parte del ADN mayestático. Como si el enredo de corruptela en el que anda metida su casa no fuera con él. Pero es lo que tiene el poder; que para algunos rima con buen vivir y por ello se resisten a abandonarlo si no es por la fuerza.

Así ocurrió con Nicolas Sarkozy, al que la ciudadanía le marcó la huella del zapato en el bolsillo trasero del pantalón y que tuvo que dejar el Elíseo más derrotado que el Napoleón con el que le compararon. Pero es tal la atracción del poder, que ya se rumorea su regreso. Incluso parece que algunos han comenzado a prepararle el camino, como la despistada Bernadette Chirac, que parece haber olvidado las puñaladas que su pretendiente asestó a su marido, ése señor que fue presidente de la República y al que la justicia condenó hace un par de años por corrupción mientras ostentó la alcaldía de París. Pero es lo que tienen los viejos roqueros, que obnubilan hasta a su adversario.

Pues eso, que parece que Sarkozy prepara su próximo concierto. Con Carla de telonera, claro.

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