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Crónica | Independencia de Kosovo

Serbios en Kosovo, de agresores a agredidos y, actualmente, a rehenes de Belgrado

Cumplido el quinto aniversario de la independencia de Kosovo, la minoría serbia de la república sigue siendo el origen de los mayores problemas de la región. Belgrado utiliza a esos ciudadanos según su interés político: son la razón principal para seguir reivindicando el territorio, y presionar así al gobierno kosovar.

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Pablo GONZÁLEZ Mitrovica

Coincidiendo con el quinto aniversario de la celebración en Kosovo de su proclamación unilateral de independencia, Belgrado ha vuelto a dejar claro, que considera ilegal este proceso que para ellos está lejos de solucionarse. La herramienta, la única real sobre el terreno, que utiliza Serbia para promover y defender su posición de intransigencia hacia Pristina es la minoría serbia de la joven nación.

Actualmente en Kosovo viven aproximadamente unos 65.000 serbios. En su mayoría residen en la zona septentrional del país, en una región que representa un saliente de territorio kosovar y que tiene al norte, este y oeste frontera con Serbia. A pesar de ser parte de Kosovo, esta zona está de facto fuera de su ley, ya que ni el gobierno ni las fuerzas de seguridad de Pristina detentan el más mínimo control.

Por su parte, Belgrado tampoco puede nominalmente ejercer su poder, ya que la frontera la controlan soldados de la OTAN, pero no duda en dictar recomendaciones para los serbios. La principal es la no integración de ninguna clase en la vida del Kosovo independiente, impidiendo así que se llegue a un acuerdo final entre serbios y albano-kosovares sobre el estatus final, el reconocimiento de la independencia.

También existen algunos enclaves serbios en el este y el sur del país, cerca de la frontera de Kosovo con Serbia y Macedonia respectivamente, pero en esos casos la población serbia vive literalmente rodeada. Esto hace que su predisposición para escuchar a Pristina sea algo mayor. Los serbios de Kosovo, a pesar de ser el segundo grupo étnico del país después de los albanokosovares, son aun así menos del 4% de la población total de algo menos de dos millones de habitantes.

Estos serbios que continúan viviendo en Kosovo son la última justificación que esgrime Belgrado para seguir pretendiendo ese territorio. Así, mientras en Pristina se celebraba el quinto aniversario, los diplomáticos serbios volvían a repetir que su país considera Kosovo ilegal, y que no tienen intención alguna de intercambiar el reconocimiento de la nación por su entrada en la Unión Europea.

Justificaciones históricas

Dejando de lado la existencia de la minoría serbia, las razones que aporta Belgrado para su pretensión sobre el territorio kosovar son ante todo históricas. En 1389, a las afueras de Pristina los serbios se enfrentaron en una batalla al Ejercito otomano. Perdieron, pero ese enfrentamiento supuso un hito histórico para su nacionalismo. En 1989, en el 600 aniversario de la batalla, el entonces presidente de la república socialista de Serbia, Slobodan Milosevic, pronunció un discurso que se considera el inicio del nacionalismo agresivo serbio que llevó a las guerras de que asolaron los Balcanes en los años noventa del siglo pasado.

En Europa existen claros ejemplos de que razones históricas de esa índole no siempre son motivo suficiente para no poder pasar página. Así, Alemania ha aceptado la pérdida de importantes territorios históricamente teutones, como Prusia Oriental, en poder de Rusia y Polonia actualmente. Sin embargo, la postura serbia se asemeja más a la postura rusa tras la pérdida de importantes colonias en las repúblicas ex soviéticas, especialmente los países Bálticos y Ucrania. Los rusos o rusófonos son presionados desde su patria histórica para que ofrezcan resistencia activa a las nuevas autoridades, creando así constantes problemas.

Pristina se mueve entre su animadversión total hacia Belgrado y la necesidad, dictada desde Bruselas, de normalizar las relaciones con su antiguo agresor. Este hecho convierte a la minoría serbia en uno de los mayores problemas para consolidar la independencia kosovar. Las negociaciones siempre acaban chocando con la cuestión del estatus de la minoría serbia. Cualquier proposición de Pristina es considerada por esta omo un intento de compra, un llamamiento a la traición.

Los serbios de a pie buscan ante todo estabilidad y seguridad pero están en una situación de virtual secuestro. El miedo a perder su último respaldo les hace seguir las instrucciones de Belgrado con la esperanza de que eso les devuelva tarde o temprano a la normalidad, en la que tengan forma de ganarse la vida y no teman por su integridad física. Y Pristina sigue sin poder convencerles de que puede ofrecerles esa vida segura.

 

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