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Diez años del cierre de «Egunkaria»

«Egunkaria endavant»

Si algún lugar, al margen de Euskal Herria, respondió a la conmoción causada por el cierre de «Egunkaria» fueron los Països Catalans. Desde la misma mañana en la que se conocieron las detenciones, la sociedad civil, el sector periodístico y la clase política hicieron piña en una plataforma que denunció la clausura y no cejó en su empeño hasta conocer la absolución de los acusados.

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Beñat ZALDUA

Me enteré al llegar a la redacción; no me lo creía y tampoco entendía nada, fue una situación desconcertante en la que pensaba: ¿pero esto qué es?». Es lo primero que recuerda el director de Vilaweb, Vicent Partal, de aquella mañana de hace hoy 10 años, del momento en que se enteró del cierre de «Euskaldunon Egunkaria» y la detención de varios de sus directivos. «Que yo recuerde, aquella misma mañana hablé con los directores del `Avui', `El Punt' y `El Periódico' y a media mañana ya teníamos preparado un manifiesto algo primario, que simplemente decía que conocíamos a estos periodistas y que nos parecía imposible que las acusaciones fuesen verdad».

Paralelamente, había empezado también la reacción de la sociedad civil. El activista, periodista y ahora diputado de la CUP David Fernández recuerda que fue todo muy rápido: «La primera reunión fue en la Euskal Etxea. Éramos muchísima gente y, desde un planteamiento asambleario, empezamos a perfilar la respuesta que merecía el cierre». Un cierre que Fernández recuerda como «un punto negro», reflejo de la «locura antiterrorista de Aznar y el PP».

Aitor Arruti, posteriormente presidente de la Euskal Etxea de Barcelona, apenas llevaba cuatro semanas en Barcelona cuando ocurrió. «Yo creo que muchos vascos pensamos `habrá que hacer algo'. Entonces empecé a mirar y vi que había una convocatoria en la Euskal Etxea. Aluciné. Pensaba que nos juntaríamos los vascos que estábamos en Barcelona y, de hecho, ahí estábamos, pero no solos. La inmensa mayoría de los que asistieron a la asamblea eran catalanes».

La activista Gabriela Serra también estuvo desde el primer día al pie del cañón y recuerda que «fue una campaña relativamente muy fácil, porque una mayoría de la sociedad y de las organizaciones sociales tuvo una respuesta solidaria muy rápida y muy contundente». «No era solo una represión política, sino también cultural, contra una publicación en euskara. Lo vimos como una criminalización de lo que es en sí la cultura vasca, del hecho de hacer cultura en euskara». Fernández coincide con Serra al considerar que «fue una plataforma muy fácil de construir, ya que prácticamente todo el espectro político, sindical, periodístico y social colaboró». Y sobre las razones, a las de Serra añade que «eran los días del `no a la guerra', días muy convulsos en los que lo de `Egunkaria' fue una gota más, pero precisamente fue la que desbordó el vaso».

Actos e iniciativas por todo el territorio

Echando mano de la memoria, Arruti explica que, una vez pasada la primera reacción, la plataforma se fue organizando en diferentes comisiones y se multiplicaron las iniciativas y actos de apoyo. Entre todos ellos recuerda especialmente el de la iglesia del Pi, el 11 de marzo: «Fue espectacular. Era la primera vez que Martxelo y otros detenidos venían a Barcelona después de la detención y la iglesia estaba a rebosar». De hecho, el propio Arruti salió «corriendo del trabajo» y no pudo ni siquiera entrar debido «a la cantidad de gente que había».

Partal también recuerda el acto del Pi como algo «impresionante». «Nos estuvieron explicando las torturas y todos reaccionamos con una sensación de incredulidad; sabíamos que en Euskal Herria la tortura era una actuación recurrente del Estado, pero aquello nos parecía fuera de lo que era posible imaginar», señala el periodista, para añadir, en clave positiva, que aquella iniciativa «parecía la Assemblea de Catalunya durante el franquismo y la transición, cuando era posible imaginar que se podía hacer algún cambio radical». De hecho, Partal asegura que «había un tipo de gente que después la he vuelto a ver mucho en los últimos años en espacios como la Assemblea Nacional».

Pero hubo mucho más, como la publicación de «Egunkaria Endavant», «una edición de `Egunkaria' íntegramente en catalán, con una tirada de 30.000 ejemplares que repartimos el día de Sant Jordi, que es un día muy significativo, ya que es el día de la cultura y la lengua catalanas», en palabras de Fernández. El diputado de la CUP lo recuerda como «un ejercicio de denuncia y desobediencia, para demostrar que no se pueden poner puertas al mar y reivindicar que un Gobierno no es nadie para cerrar un periódico».

Lejos de morir, la plataforma se mantuvo activa hasta la celebración del juicio, con actos repartidos a lo largo y ancho del territorio, «coche arriba, coche abajo», como dice Partal, quien rememora entre risas un día en Reus donde los persiguió la Guardia Civil «de una forma muy poco discreta». «Tan poco discreta que hasta entraron al acto y los llegamos a identificar», añade.

Y sobre la razón de la generosa expresión de denuncia y solidaridad catalana, puede que la clave esté en las palabras de Serra: «La solidaridad es gratuita, no se da para que luego alguien te la devuelva. Se da porque se quiere dar, porque se siente y porque es legítimo y necesario hacerlo».

 

 

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