GARA > Idatzia > Kultura

CRíTICA teatro

Una china en la China

Carlos GIL

La artista y su opinión. La artista y su relación con el mundo, con los actores. Liddell, la más china de las chinas. La amante de una China ideal, milenaria, que se topa con una China real, con un comunismo en transformación económica, pero que no ha renunciado a todos los tics autoritarios, a los controles del partido, a la represión de la población para lograr la sumisión de sus ciudadanos. Contra esa China de hoy, y de antes de ayer, a favor de una China pura, de un idioma, del que ella se ha empeñado en  conocer cuatro mil caracteres para poder leer, un trabajo colosal, que como dice, «le ayuden a soportar la desesperanza».

¿Hay desesperanza en la obra? Hay rasgos de desmoronamiento, de rendición ante los hechos. Pero hay una postura de rebeldía, de agitación, en nombre de un compromiso personal, fuera de dogmas, de discursos, de aparatos de partido o de secta ideológica. Y eso es lo que trasciende, la denuncia de la diplomacia del ping pong, como metáfora. El doble lenguaje de toda la comunidad mundial frente al coloso chino. La salvación individual, la libertad por el esfuerzo y la convicción.

Todo esto expresado en su lenguaje escénico. En ocasiones, a modo de confesiones, otras en conversación, pero a la vez mezclando imágenes impactantes, en una conjugación de tiempos escénicos que se adhieren a la historia con diferentes intensidades. Contando con un equipo actoral que en muchos episodios de la obra llevan todo el peso interpretativo, con una cerebral y quirúrgica iluminación de Carlos Marquerie que le confiere majestuosidad a los pasajes más visuales, subrayando las emociones que por momentos se desbordan y en otros se congelan para que sea esa imagen paradójica, esa composición gimnástica o coreográfica la que sobresalga por encima de todo.

Un espectáculo identificable, con una Angélica Liddell demiurga que mantiene un tono casi de magisterio, socrático, pero que se deja deslizar en los minutos finales por la fiesta, por la celebración, por la invasión de los tópicos, del made in China como marca de una idea del mundo que se emparenta con el consumismo y que se sublima con unas músicas anacrónicas, pero que atemperan la desazón. Angélica Liddell desbocada. La que amamos.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo