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«Siete psicópatas» coloca al irlandés Martin McDonagh entre Tarantino y Kaufman

M. I. | DONOSTIA

Los que todavía no se hayan cansado de la moda tarantiniana podrán disfrutar de esa violencia tan cool que inunda el metraje entero de «Siete psicópatas», que no se parece en nada, por desgracia, a la ópera prima de Martin McDonagh «Escondidos en Brujas», y menos aún a «El irlandés», de su hermano John Michael McDonagh. Entre otras cosas, debido a lo mucho que se echa de menos la presencia de Brendan Gleeson.

Quién sí repite es Colin Farrell, en uno de los papeles menos creíbles que le han tocado en suerte, por tener que hacer de alter ego del cineasta en su faceta de guionista bloqueado. Siguiendo el método deconstructivo de Charlie Kaufman en «Adaptation» su personaje está escribiendo una historia titulada «Siete psicópatas», por aquello de la realidad dentro de la ficción. El proceso de creación obedece a estímulos etílicos, así que queda explicado el motivo por el cual la película resultante es un desvarío de principio a fin. La gracia está en contagiarse con lo bien que se lo pasan haciendo el nota Tom Waits, Woody Harrelson, Christopher Walken, Sam Rockwell, Harry Dean Stanton y Michael Pitt, al que le vuelan la tapa de los sesos en el prólogo. Ellas no tienen tiempo material para divertirse, ya que las actrices del reparto van siendo eliminadas tan rápido como Michael Pitt. Antes de que alguien se adelante y piense en el inconsciente machista del autor, éste se permite ironizar al respecto a través de los diálogos, para que de paso la crítica hable del metalenguaje y demás zarandajas.

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