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Amparo LASHERAS | Periodista

Ladrones clásicos frente a malhechores

Con ratas como únicos pasajeros, el «Lyubov Orlova», un barco en ruinas a la deriva desde hace un mes, ha sido localizado y nadie se hace cargo.

En un Estado donde el robo, el saqueo económico, el espionaje y las tramas delictivas del soborno, el fraude y el chantaje entran y salen de los despachos políticos como pedro por su casa; donde los malhechores visten de Armani y se pasean glamourosos por las alfombras rojas del hampa neoliberal y de la delincuencia aristocrática; donde al partido que gobierna le ocurre lo que a la mafia, que su contable les traiciona, coge el dinero y corre; en un mundo así, tan depravado, una siente que extraña a los ladrones clásicos.

MHace un año Miguel Montes, un antiguo asaltante de joyerías, fue noticia por ser el preso social que más tiempo había pasado en la cárcel (36 años en condenas sucesivas). Esta semana ha sido detenido por su presunta participación, en noviembre pasado, en el robo a unas joyerías, situadas en los bajos del Corte Ingles de Puerto Banús, en Marbella. Fue un golpe bien organizado, arriesgado, limpio y sin violencia. Los tres asaltantes accedieron al edificio haciéndose pasar por operarios de mantenimiento. Cuando los agentes de seguridad reaccionaron ya era tarde, los tres autores del robo habían desaparecido llevándose cuatro millones de euros en joyas, una cantidad menor a los millones de Barcenas, Gurtel, Bankia, CAN y un largo etcétera de maleantes sin ingenio y con mucha codicia. Montes niega su colaboración en el robo y, a falta de pistas sobre los verdaderos autores, la policía le ha detenido porque un día fue ladrón y vive en Málaga.

No sé cómo acabará la historia de Montes ni la del robo, pero tal vez, en estas realidades de malhechores sea preciso mirar con nostalgia hacia la ética de aquellos ladrones clásicos y su punto de coraje y justicia.

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