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Raimundo Fitero

Desmontando

Pocas veces se ha tenido la oportunidad de asistir a una conversación tan esclarecedora como la mantenida por Jordi Évole y David Trueba a raíz de los cinco años de vida de «Salvados». «Desmontando Salvados» se convirtió en un ejercicio de reconstrucción de la memoria del propio programa, de su trayectoria en estos cinco años en los que ha sido evidente su evolución, su camino, su transformación de un programa casi humorístico, a otro tipo de entregas que sin perder ese punto de vista pícaro, no solemne, ha logrado las entrevistas más importantes de los últimos tiempos de la televisión, en el campo de lo periodístico, no del espectáculo.

Quedó claro que el antes conocido como «El Follonero» sabe lo que hace, que su equipo ha ido buscando, entrega a entrega una autodefinición, un estilo, una estética y una aproximación a capas más amplias de la ciudadanía que encuentra en sus documentos, en sus indagaciones, esos lugares donde se reconcilia con la propia televisión y que coinciden, además, en su idea de lo que está sucediendo. Este ejercicio con un David Trueba, muy sosito, pero muy incisivo en sus preguntas, hizo una magnífica radiografía del programa, no de sus entretelas, ni su anecdotario, sino de su impulso profesional, de la confirmación de que estamos ante un fenómeno periodístico y televisivo atípico, por el rigor del planteamiento y por la forma popular, sencilla, directa en plantearlo. Su crecimiento ha sido espectacular, y quizás sea ese éxito uno de los componentes que le pueden llevar a su despiste. O que ahora ya tiene una influencia social que le impedirá ciertas libertades. O que los afectados presionarán para que descarrile.

Antes vino una entrega muy realista: la inmigración en Noruega presentada con toda sus caras, no con esa tendencia de TVE a descubrir españoles alegres, triunfantes, sin problemas por el mundo, y que como se dejó constancia, provocó a partir de una entrega sobre el país nórdico un éxodo masivo de gentes que llegaban sin preparación, ni idiomas, buscando una bicoca. Ello ha provocado que ahora llevar pasaporte español ya no sea un salvoconducto sino un estigma. Ojalá disfrutemos cinco años más.

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